Aunque no hubo lluvia de noviembre", pero sí temblor de octubre, éste no fue nada ante el remezón de Hard Rock que Guns N' Roses dio en Lima.
Dicen que octubre es mes de temblores. Pero nadie esperó que uno de estos movimientos se sienta con tanta potencia durante el concierto de la banda Guns N' Roses en el Estadio Monumental. La noche de los Guns, que ya se había anticipado como la más explosiva del año, no sólo lo fue, sino que colmó todas las expectativas.
Pese a las enormes colas que se formaban para ingresar al Estadio Monumental, debido a que la seguridad del show dispuso el ingreso por grupos, el espectáculo no tuvo mayores contratiempos y todo se dio como estaba programado.
A las 8:00 de la noche, la banda Nacional Área 7 salió al escenario a dar todo pese a la ola de críticas por su inclusión en este espectáculo. Finalmente, la banda solo tocó 20 minutos y sorprendió al ser acompañadas en una canción por JuanJo Polo, vocalista de la banda peruana de metalcore Agria. Muchos temían que el público se ponga agresivo, pero no pasó, y finalmente aplaudieron al grupo en señal de respeto.
Tras el show de Área 7, los técnicos de "la banda más peligrosa del planeta" pusieron manos a la obra con rapidez para tener el escenario listo. Esta vez, los peruanos no soportaríamos un desplante más de más de cuatro horas de espera.
A las 9:45 de la noche, la introducción clásica de Looney Tunes daba la bienvenida y presentaba el logo de Guns N' Roses en las pantallas. El público, que estuvo animado y previamente había estado cantando olas, explotó junto a la pirotecnia de "It's so Easy", canción que inició el set de la noche.
"Mr. Brownstone" y "Chinese Democracy" solo fueron el anticipo para que el espectáculo se ponga salvaje. Axl Rose, esquivo con el público, afinó las cuerdas vocales para el crescendo que acompaña el riff clásico de "Welcome to the Jungle". Lima, la jungla de cemento, se convirtió en un remolino rock duro.
El set list que manejó la banda fue muy similar al que tocó en toda la gira, salvo pequeño cambios. "Double Talkin' Jive" y la melancólica "Estranged" nos mostraban que la dupla Slash-Rose seguía funcionando pese a estar separada por 23 años.
Los Wings se electrificaron con "Live And Let Die" en la versión de Guns N' Roses. Siguieron en el repertorio "Rocket Queen", "You could be mine" y Axl apenas nos había dicho "Hola", pero a la gente no le importaba, teníamos a una alineación casi imposible de volver a ver en la historia del rock como para esperar que nos engrían con frases melosas.
Duff McKagan también demostró ser parte vital de la formación y no dudó en ponerse frente al micrófono en "Attitude", cover de Misfits.
En lo más álgido del concierto, con "Civil War", cuando la gente no dejaba de saltar y gritar, un movimiento de 4,8 grados en la Escala de Richter pasó tibio por el Monumental. Para el público sólo era la ecualización en el bajo de Duff. Los Guns sonaban más intensos que cualquier temblor y nadie lo creyó hasta revisar las noticias en su celular.
La clásica interpretación de la película "El Padrino" llegó por cortesía del melenudo Saul Hudson, mundialmente conocido como Slash, y fue el preámbulo para el refrito radial de nuestra FM: “Sweet Child O’Mine” que fue cantada a viva voz por todo el estadio.
El cierre ya era inevitable, habían pasado casi dos horas de show, pirotecnia infinita (la producción no escatimó en esto) y un temblor que nadie sintió, para que November Rain sonara hasta el más ínfimo rincón del Monumental, con Axl en el piano. Aunque no llovió, solo en ese momento la conexión se sintió en cada instante y cada nota.
“Knockin’ on Heaven’s Door” del flamante Nóbel de Literatura Bob Dylan, y Nightrain nos despidieron de la banda, pero por muy poco, pues volvieron a la carga para que el estadio se una a un solo silbido y un solo susurro con “Patience”, y luego “The Seeker”, otro cover pero esta vez de The Who.
El gran final llegó con el himno “Paradise City” y fue en ese momento que ni un alma pudo quedar inerte. El Estadio Monumental se convirtió en un paraíso de grass verde y chicas bonitas, que a una sola voz coreaban, saltaban y pogeaban como si fuera el último show de nuestras vidas. Fuegos artificiales, papel picado rojo y blanco y ya nada podía terminar la noche de mejor manera.
Axl Rose no necesitó ser carismático ni elogiar nuestra gastronomía; apenas nos miró, apenas habló, pero cuando cantó lo hizo pensando en lo que todos querían oir: esa voz chillona y rebelde que puso de cabeza los años 80 y 90. Slash y Duff fueron la dupla perfecta, alternando por ambos extremos del escenario, siempre solícitos a encarar al público. Aunque no tuvimos lluvia de noviembre, podemos asegurar que el temblor de octubre tuvo su epicentro en el Coloso de Ate, y 50 mil almas fueron responsables.
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