Un viaje en el tiempo con Jorge González

Afuera quedaba el invierno, no había termómetros que controlaran la temperatura de esa noche, esta presentación se mediría por la emoción de los presentes, muchos de ellos adultos con alma de jóvenes, listos para volver al pasado o por qué no, revivir esos tiempos que quizás les hubiese gustado mantener.

Las horas pasaban y la impaciencia crecía, la gente miraba al escenario con aquellos instrumentos que acompañarían a ese viaje en el tiempo. Ya a las 12 y 35 de la madruga la música dio paso al ingreso de la banda, entre ellos un sonriente Jorge González daba la bienvenida a los presentes, era el capitán de aquella máquina del tiempo que dirigiría el viaje a ese añorado pasado.

De inmediato la música que dio inicio al espectáculo era conocida por todos, la marca de Los Prisioneros estaba en el escenario, el tema "Nunca quedas mal con nadie" generó la emoción de los presentes que parecían conocer el trayecto del viaje. Luego vendría "Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos", continuarían con "Quieren dinero", "Muevan las industrias" y "We are sudamerican rockers", por un momento los fanáticos entre la emoción sienten la presencia casi fantasmal de Claudio Narea y Miguel Tapia.

Pero González parece detener la visión, por ello toca "Nunca te haría daño", el público lo acompaña con aplauso y cuando todos creían que continuaría una seguidilla de temas del nuevo álbum, emocionó al público con los primeros acordes de "Estrechez de corazón". Luego y, con mayor emoción, interpretaría "Tren al sur", canción que confirmó el viaje que se realizaba  a través del tiempo. Él sabía manejar el momento.

Detendría los viejos éxitos para dar paso a "Ámate", uno de los temas de su nuevo disco "Libro" que la canta acompañada del público. Le pone sentimiento y al terminar se acerca al piano, no exactamente a tocar, bebe y saborea de un vaso un trago conocido por muchos.

“El pisco sour es peruano”, dice y ocasiona el aplauso y los gritos de emoción de los presentes “pero los chilenos lo preparamos mejor”, concluye marcando su territorio, siempre directo sin pelos en la lengua.

Luego volvería el viaje, "Por qué no se van" es vitoreada hasta que todos parecen perder la voz, y rápidamente seguiría "Corazones rojos", tema compuesto como protesta al abuso de las mujeres. Para darle un aire romántico al momento interpreta "Fe", otro tema como solista, muchos conocen la letra, es buena, todos se unen por la voz de aquel ícono viviente.

Pero aquella unión explota al iniciarse el rasgueo de guitarra de aquella canción himno que hasta hoy se canta, manos en alto, botellas y cigarros como un saludo a la bandera de los 80´s. "El baile de los que sobran" deja a la gente al borde de la desesperación, aquel baile que dejó a muchos sin laureles y futuros y los dejaron en un momento pateando piedras.

González tenía al público, sabía que era la noche de Lima y la eterna protesta. Jorge entonces alzó los brazos, sonrió “Gracias Lima”, dijo y sin más desapareció con su banda. La gente aún reclamaba, quería seguir recordando, que continuara el viaje, querían estar en los 80´s nuevamente, así que comenzaron a pedir a aquella voz que regrese. Y así se dio, ya saben un capitán nunca abandona su nave.

Volvió con su guitarra acústica, interpretó "100 años" y entre improvisaciones de voz y acordes cambia el tema. "Amiga mía" es el plus a aquel viaje a los tiempos del trío de San Miguel, todos cantan pidiendo más pero Jorge prefiere no dar todo de momento, por eso toca "Yo no estoy en condiciones", esta vez la banda lo acompaña.

De repente la canción que identificaba a la gente con el momento, con la estación, con ese tema misterioso del amor, la guitarra y Jorge González interpretan "Paramar" entre el grito de la gente.  Afuera está ese escenario, saben que  todo seguirá igual, pero con el intérprete chileno se puede gritar, se puede cantar y también dedicar esa canción sin que se sepa.

Continúa con "Pa pa pa" y finalmente se despide con "Sexo", el tema inmortal de aquellos años y que hasta hoy motiva a que muchos sigan gritando, saltando, coreando, todos saben que es el fin, la última travesía, él exlíder de la banda chilena aprisionó al público hasta dejarlos agotados, afónicos, emocionados, el viaje era espectacular.

Jorge González se despide, sonriente, emocionado, se va y las luces se apagan para que vuelva a sonar música bailable. Aplausos y retirada. Este servidor se va de aquel lugar junto a muchos espectadores, cruzamos la puerta y volvemos al presente, al siglo XXI, caminando en el frío me pregunto si habrá algún otro viaje a esos años que me vieron nacer, que me hicieron conocer esta música tan genial, yo digo que sí, el rock es inmortal, y si es sudamericano aún más, y mucho mejor si es de Los Prisioneros. Una ligera sonrisa, y el disco "Pateando Piedras" que mis hermanos escuchaban cuando yo era un niño vuelve por un momento. Si Jorge González y Los Prisioneros cantan es para que recordemos, es una orden, y eso hacemos.

Jorge Urbano Malásquez