A un año de la muerte del legendario líder de Motörhead e ícono del rock pesado, un grupo de fans decidió rendirle un particular homenaje.
7:00 de la noche en una apacible calle del barrio de Poblenou, en Barcelona (España). Las actividades rutinarias de un miércoles, a días de terminar el año, se vieron interrumpidas por un mar de casacas de cuero que con devoción cargaba las andas de un santo rockero: Lemmy Kilmister, cantante de Motörhead, muerto un 28 de diciembre de 2015.
Ian Fraser Kilmister (su nombre verdadro). Bajista, fundador y líder de Motörhead, una de las bandas más representativas del rock pesado, y quizás de las pocas que logró una concesión mutua entre los fans metaleros más puristas, y los punks más respondones. Aquel que con Jack Daniel's en mano, sombrero de vaquero infernal y verruga inconfundible influenció en bandas como Metallica, Megadeth y Guns N' Roses, pero sobre todo se ganó el respeto de las comunidades metaleros y punks.
Y a un año de su partida (28 de diciembre de 2015), la ocasión era más que idónea para que el fanático Sergio Pozo decida organizar este encuentro como una forma de rendirle tributo a una de las voces e íconos más importantes del rock duro.
El santo patrono del rock. Pero para ser una procesión con todas sus letras, no podía faltar el altar del santo, en este caso, un busto en tamaño real del legendario Lemmy hecha de yeso. "No quería hacer algo cutre y confié la creación de la figura a un amigo que se dedica profesionalmente a los efectos especiales para cine”, señaló el organizador.
"Desde pequeño he asistido a muchísimas procesiones en los pueblos de mis padres, y siempre me ha llamado mucho la atención ese sentimiento, ese fervor de la gente, tan involucrada. A los amigos les decía que algún día crearía la primera cofradía del rock”, comentó Pozo, según cita Elperiodico.com.
La comitiva que rendía homenaje al rockero se hizo más grande con el trancurrir del recorrido, incluso un grupo de motociclistas decidieron escoltar a los "fieles" ante la mirada atónita de los transeúntes. Finalmente, cerca de 500 personas abarrotaron la sala Bóveda donde la banda Motörhits entregó un merecido tributo musical.
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