Ana Estrada tiene 45 años y desde los 12 sufre polimiositis, una enfermedad degenerativa e incurable que debilita sus músculos y la mantiene conectada a un respirador artificial. Ella no sabe si tras el fallo de la Corte Suprema seguirá luchando hasta conseguir que la eutanasia sea legal en Perú.
Ana Estrada roza con los dedos la victoria definitiva en los tribunales para que se le permita decidir cuándo quiere morir, pero afirma sonriendo que, pase lo que pase, su camino como activista por la eutanasia ha merecido la pena y le ha hecho valorar mucho más la vida.
"Esta campaña me ha enriquecido la vida en realidad, al margen del resultado final de la última audiencia, todo ha sido positivo", confesó Estrada a Efe en su habitación llena de luz e ilustraciones que artistas y compañeros le han regalado durante los últimos años en señal de apoyo.
Ana Estrada tiene 45 años y desde los 12 sufre polimiositis, una enfermedad degenerativa e incurable que debilita sus músculos y la mantiene conectada a un respirador artificial durante casi todo el día, y su firme decisión de conseguir una muerte digna cuando ella misma lo decida le ha convertido en el primer símbolo de la eutanasia en Perú.
"Ahora el tema está mucho más presente que cuando yo lo inicié, aunque sigue siendo un tabú, pero por lo menos ahora se abierto el debate, ya sea en contra o a favor, pero se ha comenzado a hablar de ello", señaló Estrada, afirmando que la prensa ha ayudado en difundir su caso y ha encontrado numerosos "aliados" en el camino.
Estrada, quien es psicóloga, resaltó que en su lucha no ha tratado de convencer a nadie, simplemente ha pedido respeto por las libertades y derechos de los individuos, "los derechos están para ser usados por quienes lo necesiten, no es que vaya a quitar o amenazar otras realidades".
SENTENCIA HISTÓRICA
En febrero de 2021 el juez José Luis Ramírez, titular del undécimo Juzgado Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima, dictó que para el caso único de Estrada no se aplique el artículo 112 del Código Penal peruano, correspondiente al homicidio piadoso y respetando así su voluntad.
Tras esta decisión histórica, ni el Gobierno peruano ni el Seguro Social de Salud (EsSalud) apelaron la sentencia en marzo de 2021.
"Fue un gran triunfo, porque normalmente apelan por una cuestión burocrática, para mi incluso fue más gratificante que el primer fallo que dio el juez, lo sentí doblemente satisfactorio", confesó Estrada.
Pero el pasado enero de 2022, cuando la Corte Suprema tenía que simplemente ratificar este fallo, entró en el proceso la Sociedad Peruana de Cuidados Paliativos para oponerse a la práctica de la eutanasia, lo que ha retrasado la decisión de los magistrados y desde entonces Ana espera la respuesta del fallo de la Corte.
"Según el resultado final de la audiencia, se abrirá un nuevo debate de cómo se desempeña la justicia y los jueces en Perú", explicó antes de decir que, pase lo que pase, trata de vivir esta espera con la gente que está a su alrededor y le "ha sostenido".
ACTIVISMO DESDE LA POSITIVIDAD
En 2015, Ana Estrada permaneció seis meses en una unidad de cuidados intensivos (UCI) y salió de allí teniendo que permanecer postrada a la cama, respirando por la tráquea y "con un cuerpo que no reconocía y tuve que apropiarme de él", por lo que se identifica mucho con la lucha feminista y su objetivo de conseguir la libertad y elección sobre los propios cuerpos.
Tras esta etapa oscura, unos años investigando sobre sus opciones, ver que no había grandes soluciones a su enfermedad y que la eutanasia era ilegal en Perú, abrió en 2019 un blog con la "necesidad" de expresarse, pero no con el fin de conseguir nada ni de convertirse en la activista en la que se ha convertido.
"Mi recorrido por el activismo ha sido mucho más positivo que negativo, cuando empecé creía que todo sería indiferencia o ataques y dije, bueno, no pasa nada, pero no, al final ha sido el camino lo que paradójicamente me ha llevado a valorar mucho más la vida y eso es algo que difícilmente la gente que esté en contra lo comprenda", explicó Estrada.
Un aspecto que ha ayudado a que una sociedad en gran parte conservadora como la peruana empatice con ella, es que Estrada comenzó su lucha con una vitalidad y unas ganas de vivir que no se encuentran en otras figuras que han intentado conseguir la legalización de la eutanasia.
"Yo no quiero morir ahora, he ido preparando mi camino y no quería llegar a un momento en el que tuviera que rogar por mi muerte, yo no quería eso", sostuvo Estrada antes de añadir que su energía ha ayudado a "desdramatizar" y hacer "más digerible" un tema tan delicado.
Ana no sabe si tras el fallo de la Corte Suprema seguirá luchando hasta conseguir que la eutanasia sea legal en Perú, como lo es en Colombia, España o Suiza, pero si sabe que la sociedad de su país no está preparada.
"La sociedad nunca estará preparada para ciertos cambios importantes, se necesita toda una revolución, que un colectivo alce la voz (...) y allí es cuando se transforma en un derecho, cuando parte de la necesidad de un grupo de personas", concluyó, siempre sonriendo, Estrada.
EFE
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