En el mejor de los escenarios, la nueva carretera central podría ser percibida en el futuro como expresión de nuestra voluntad de sobreponernos a las difíciles circunstancias sanitarias y económicas impuestas por la pandemia.
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La construcción de una nueva carretera que comunique Lima con el valle del Mantaro y la selva central es la primera obra de infraestructura que se impone como la noticia principal de una agenda cargada de hostilidades e incertidumbres. El corredor Junín-costa central fue uno de los sueños del primer presidente civil, Manuel Pardo, quien escribió sobre el tema un artículo visionario cuando era un joven de 20 años. Desde entonces, varias generaciones de peruanos han transitado por la vía férrea más importante del país, que hasta hace poco fue la más elevada del mundo. Pero desde que Fernando Belaunde lanzó la variante Ramiro Prialé que debía alcanzar el kilómetro 50, poco se ha hecho y el trayecto de Lima a Chosica se ha convertido en la prueba patente de la incompetencia de las sucesivas administraciones del Ejecutivo y de las municipalidades concernidas. El temor a expropiar, la corrupción, la expansión desordenada en Lima Este y el caso Odebrecht terminaron por hacer inviable la ampliación de la vieja carretera central. Y de pronto, el presidente Sagasti anunció ayer que se construirá una vía que ya no partirá del Centro Histórico de Lima, sino del distrito de Cieneguilla. El proyecto tiene un presupuesto de 11,571 millones de soles y se llevará a cabo con Francia bajo la fórmula de gobierno a gobierno, que tan buenos resultados dio con los Juegos Panamericanos. El recorrido de cerca de 300 kilómetros contará con cuatro carriles y treinta kilómetros de túneles, lo que permitirá ahorrar tiempo, reducir las curvas peligrosas y evitar las grandes alturas. Necesitamos menos retórica vacía para darle a nuestro país una mayor integración física y mental. En el mejor de los escenarios, la nueva carretera central podría ser percibida en el futuro como expresión de nuestra voluntad de sobreponernos a las difíciles circunstancias sanitarias y económicas impuestas por la pandemia.
El economista Alfredo Thorne advierte en El Comercio que “a quien le toque sentarse en el sillón presidencial tendrá que recrear nuevas fuentes de crecimiento”. Y precisa que “se hace más necesario que nunca diseñar un plan de reactivación que use el poco impulso fiscal que queda para inducir una gran respuesta del sector privado”. Thorne critica por igual los dos polos del espectro político: “Desde la derecha se plantea destrabar los proyectos mineros, pero sin especificar cómo hacerlo. Y desde la izquierda se plantean programas de gasto público, pero sin decir cómo se financiarán”.
Como cada víspera de fin de semana, conviene pensar en actividades culturales que alivien la inquietud en la que vivimos y en el mejor de los casos, nos hagan pensar en los grandes valores que han cultivado todas las civilizaciones. El mundo digital nos permite acceder a espectáculos y exposiciones sin movernos de nuestras casas. Mañana sábado podremos presenciar una lectura hecha por grandes actores de una de las piezas históricas más importantes de Shakespeare: Julio César. Gracias al Teatro Británico, Alberto Isola, Norma Martínez, Salvador del Solar y otros talentosos actores darán voz a personajes que vivieron el fin de la República Romana. Con la misma convicción con la que admiramos en Shakespeare el reflejo de las virtudes y los vicios humanos, podemos sumergirnos en el arte de nuestros pueblos originarios. La Alianza Francesa inaugura una muestra del artista shipibo Chonon Benso, quien nos confronta a desafíos que compartimos con todos los seres humanos. Por ejemplo, el de la memoria de nuestros muertos y el tipo de diálogo que se entabla con ellos cuando dejan de vivir en la tierra. Curada por Cristian Bendayán, la exposición de Chonon Benso es una iniciación al arte que se produce en nuestra selva. Contemplarla hace desear que la nueva carretera central esté lista cuanto antes.
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