El primer ministro dialoga con comuneros y con parlamentarios. Además de dotes de comunicador, necesita plantear objetivos políticos claros y calendarizados.
El primer ministro Salvador del Solar viene desplegando sus mejores dotes de comunicador para consolidar su lugar en la estructura del poder ejecutivo y generar una dinámica de concertación con fuerzas políticas y actores sociales. El domingo lo hemos visto dialogando con el recién liberado presidente de la comunidad de Fuerabamba, mientras que ayer mantuvo conversaciones con tres bancadas parlamentarias.
Por supuesto que Las Bambas fue un tema recurrente. Entrando a detalles técnicos, el congresista Víctor Andrés García Belaunde propuso que en vez de cientos de camiones diarios, el proyecto incluya la construcción de una vía férrea que comunique el corazón de los Andes con los puertos de la costa sur. De esa manera, precisó el acciopopulista, reanudaríamos el “sueño de conectividad interrumpido a principios del siglo XX a la vez que construiríamos bases sostenibles del desarrollo del siglo XXI”.
¿Qué puede contestar el primer ministro a esa propuesta? Por ahora debemos contentarnos con un sobrio “Vamos a estudiar esa idea”. Le quedan solo dos días para llevar ideas claras y viables ante el Congreso, que el jueves deberá someter a voto la solicitud de confianza. Tampoco Gregorio Rojas tiene asegurado el respaldo de sus compañeros de la comunidad de Fuerabamba.
Desde ya, el vicepresidente reitera la exigencia de liberación de los asesores, que la Fiscalía considera dirigentes de una organización criminal para extorsionar. Tampoco el papel facilitador de la Iglesia Católica satisface a todos. Y el congresista Richard Arce sostiene que la mayoría de los comuneros de Fuerabamba se han apartado del catolicismo para integrarse a la secta de los Israelitas de los últimos días. Quienes creían que las comunidades andinas viven en un eterno presente, deberán renovar sus conocimientos de Antropología.
Tragedia por la informalidad
También en las ciudades tenemos prácticas sociales cuya interpretación requiere abandonar prejuicios y someter a investigación el funcionamiento de las instituciones. ¿Cómo es posible que un autobús reciba pasajeros en una cochera ilegal del distrito de San Martín de Porres? La empresa era formal y el autobús flamante, pero al parecer tomaba gasolina de la manera más precaria que podamos imaginar. A pocos cientos de metros del Palacio de gobierno coexisten la modernidad de un bus de dos pisos valorado en 200,000 dólares y la ausencia del Estado, bajo la sombra omnipresente de la corrupción.
Mientras tanto Lima y Callao siguen sin una Autoridad Única del Transporte Urbano, ATU. El ministerio de Transportes no ha cumplido con respetar el plazo para nombrar al jefe de esta nueva institución destinada a coordinar liderazgos desconectados que favorecen la informalidad del transporte con sus consecuencias nefastas: elevada tasa de siniestralidad, contaminación, infinidad de horas perdidas en los atascos, estímulo permanente y sonoro al anti-civismo y la agresividad.
Los autos de Nueva York
La ciudad es una de las grandes creaciones de la especie humana, gracias a la cual pudimos pasar a la vida sedentaria y segura. Pero las ciudades tienen que adaptarse permanentemente a las exigencias de la calidad de vida, la salud y la sostenibilidad. Nueva York acaba de dar un paso enorme al introducir un impuesto de diez dólares a los vehículos particulares que circulen en el vasto espacio de la isla de Manhattan.
El objetivo de la medida es doble: mejorar la circulación y recaudar 1,000 millones de dólares anuales que serán invertidos en los medios públicos de transporte. El gobernador Andrew Como utilizó como último argumento una simple pregunta de sentido común: ¿Para qué sirve consumir gasolina, irritarse y contaminar cuando la velocidad promedio para desplazarse en auto no supera los 8 kilómetros por hora?
Las cosas como son
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