La delincuencia, por grave que sea, no es un buen ángulo para abordar un problema complejo como el de la migración de masas.
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Desdichadamente la crisis migratoria en el Perú y en Chile se ha producido bajo el impacto producido por crueles asesinatos cometidos por migrantes venezolanos en ambos países. En el caso del Perú, con pocos días de diferencia, hemos sido conmocionados primero por un feminicidio seguido por una fuga a Colombia y luego por el crimen de un sereno seguido de una fuga que la Policía no ha logrado neutralizar.
La delincuencia, por grave que sea, no es un buen ángulo para abordar un problema complejo como el de la migración de masas. Sobre todo, porque durante décadas hemos vivido acostumbrados a lo contrario, es decir a la partida de millones de peruanos que se instalaban de manera legal o clandestina en países como Estados Unidos, Argentina, Chile, Venezuela o España.
Quizás por eso hemos reaccionado tarde, sin estrategia y sin coordinación entre los diferentes sectores concernidos. Y no hemos sabido diseñar una estrategia común con nuestros vecinos y menos aún con las Agencias de la ONU que cuentan con experiencia y presupuesto: El Alto Comisionado para los refugiados, ACNUR, y la Oficina Internacional de Migraciones, OIM. Reconozcamos que contribuyó a la llegada masiva de migrantes venezolanos la precariedad que se atribuía al gobierno de Nicolás Maduro, que desde la creación del llamado Grupo de Lima, ha visto pasar a no menos se seis presidentes peruanos.
Quien quiera que haya observado con atención una crisis migratoria, sabe que lo que comienza con pequeños grupos puede terminar con decenas de miles de personas decididas a arriesgar la vida para llegar a lo que se percibe como una tierra prometida. Por eso, lo que menos nos conviene es realizar declaraciones altisonantes y enfriar las relaciones con los países con los que vivimos en una situación de interdependencia.
El objetivo debe ser favorecer el retorno a Venezuela de los que quieran. Y el registro de los que se queden a vivir entre nosotros. Para eso pueden ser muy útiles las oenegés venezolanas que funcionan en nuestro país y que son las primeras interesadas en que se diferencie a la mayoría de emigrantes que quieren trabajar e integrarse, de la minoría ruidosa y violenta que ha optado por la delincuencia.
Las cosas como son
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