Mucho nos ayudaría para mejorar nuestros vehementes usos políticos tomar ejemplo de la inapelable transferencia de poder que ha tenido lugar ayer en Berlín.
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Mucho nos ayudaría para mejorar nuestros vehementes usos políticos tomar ejemplo de la inapelable transferencia de poder que ha tenido lugar ayer en Berlín. Después del horror de la dictadura de Hitler y su principal consecuencia, la segunda guerra mundial, el viejo país de Lutero, Goethe y Beethoven se organizó bajo la modalidad de una República Federal, sobrellevó la división impuesta por los soviéticos en 1948 y se convirtió en modelo de convivencia democrática y de prosperidad económica basada en la búsqueda de consensos entre empresarios y trabajadores.
Alemania es una democracia parlamentaria en la que el presidente tiene funciones protocolares, entre ellas proponer al líder de la mayoría parlamentaria como Canciller o Jefe de Gobierno. Es así como ayer, el socialdemócrata Olaf Scholz se ha convertido en el noveno Canciller Federal. Por supuesto que la sucesión se ve facilitada por el hecho de que Scholz se desempeñara como vicecanciller bajo el largo mandato de Angela Merkel, en principio, su adversaria democristiana. Para tener respaldo suficiente en el Parlamento, Scholz ha firmado un pacto de gobierno con el Partido Liberal (de centro derecha) y el partido ecologista (más bien de izquierda).
Se trata de un plan de 177 páginas que define los objetivos, las estrategias y los calendarios para los próximos cuatro años. Ha tomado más de dos meses redactar el documento, pero el resultado será un gobierno que permite saber lo que se propone, y también lo que ha decidido dejar de lado. El rojo de los socialdemócratas, el amarillo de los liberales y el verde de los ecologistas han gestado un gobierno de tres colores y por eso llamado “semáforo”. ¿No es esa la mejor manera de poner orden en el tráfico urbano y también en la improvisación y la hostilidad permanente en las que nos hemos acostumbrando a vivir?
Las cosas como son
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