Los niños Adam de Dios y Mateo Jeremy tienen 2 años y 18 días de nacidos. Maribel Musaja y Giovanna Vera piden a las autoridades respondan por la demanda de indemnización por daños.
A más de dos años del cambio de sus bebés al nacer en el Hospital Honorio Delgado Espinoza de Arequipa, Maribel Musaja y Giovanna Vera, sufren la indiferencia y olvido de las autoridades que les prometieron reparar el daño, pero hasta la fecha no hacen nada. Lo que les tocó vivir es un caso considerado único en Perú y Latinoamérica.
RPP Noticias dialogó con ellas y comprobó que no solo les cambió la vida de manera definitiva, sino también las sumió en la depresión, la desesperanza y hasta afectó su economía porque se hicieron préstamos para afrontar los trámites para recuperar a sus hijos y ahora tienen problemas para pagar.
Hasta el momento no han recibido ni una disculpa del personal que atendió sus partos por cesárea de sus hijos Adam de Dios Aroon Mamani Vera y Mateo Jeyemy Llaique Musaja.
Pasaron los meses y tampoco tienen respuesta de la demanda de Indemnización presentada ante el Juzgado Civil de la Corte Superior de Justicia contra el Gobierno Regional, la Gerencia Regional de Salud y quienes resulten responsables por el daño que les causaron.
En vísperas del Día de la Madre fuimos hasta UPIS El Salvador en Cerro Colorado, una zona colindante al volcán Chachani cerca a una torrentera. Allí conversamos con Giovanna Vera, madre de Adam de Dios y de Jeremy, su hijo mayor (7).
Nos recibió muy amable. Su vivienda es de concreto pero no tiene instalaciones de agua ni luz. Las deudas que contrajo para pagar las tasas judiciales de la demanda y los gastos que debe pagar cada vez que su niño se enferma no le permiten juntar los más de mil 500 soles que necesita para pagar las conexiones domiciliarias.
“Sigo con el servicio colectivo de luz. Pago 35 soles al mes", dice mientras prepara el biberón de Adam. "Pese a que mi esposo trabaja, lo que gana solo nos alcanza para subsistir y pagar al banco el dinero que me presté para pagar los gastos de todo lo que nos tocó vivir. No puedo avanzar, parece que el tiempo se detuvo cuando me cambiaron a mi bebé en el hospital", agrega apenada.
"No puedo comprar nada", se queja Giovanna desde una silla vieja de su sala - comedor donde las paredes tienen huellas de filtraciones de agua de lluvia. "Yo no tengo la culpa de que existan personas irresponsables. No llegué ni a conocerlas, vivo en intranquilidad, a quién voy a perdonar del daño que causaron a mi familia si ni los conozco”, dijo.
“Me duele mucho que mi hijo mayor (Jeremy) aún no acepte a su hermano menor. Cuando juegan se disgusta, le quita los juguetes diciéndole tú eres de la calle, Mateo (el hijo de hijo de Maribel Musaja) es mi hermanito, y a mí me dice que devuelva al niño. Para mi es frustrante escuchar y observar eso entre tus hijos", siguió contanto.
En Cayma, en una condición más vulnerable, nos encontramos con Maribel Musaja, la otra madre protagonista de esta historia. Ella se dio cuenta del cambio de su bebé al nacer. Ahora vive en una habitación alquilada de tres por cuatro metros. El techo es de calamina y queda en el segundo piso de una vivienda. El ambiente ha sido adecuado para dormitorio, comedor, cocina, sala y espacio de recreación de su hijo Mateo Jeremy Llaique Musaja.
Nos cuenta que a Mateo le gusta jugar fútbol. Es zurdo y patea muy bien la pelota. Le gusta ver los partidos de fútbol en el viejo televisor que hay en casa.
A Maribel Musaja no le gusta recordar el suceso con el que vivirá hasta la muerte, Se deprime mucho y llora. Le dan ganas de salir a buscar al bebé que amamantó durante cinco meses y ahora ya no está a su lado.
“Siempre extraño a mi hijito Adam de Dios. Me hablaba a los tres meses, balbuceaba agu, agu, por eso llamo a Giovanna Vera, pero donde vive a veces no ingresa la llamada", lamentó.
“Como madre, me siento feliz al haber recuperado a mi hijo. Espero sacarlo profesional, pero como persona me siento mal porque el cambio no fue mi culpa. Los profesionales que atienen a las mamás deben hacerlo con empeño, dedicación, porque el daño que nos han hecho y que hasta el momento no reconocen, es irreparable. He dejado de trabajar, mi vida cambió, no puedo ahorrar para comprarme un lote y tener más espacio para que mi hijo juegue tranquilo”, dice.
También se siente sola y abandonada. Hasta el momento nadie cumple con los ofrecimientos que le hicieron.
Lo único que piden Maribel y Giovanna es que las autoridades se pongan en su lugar por un momento y entiendan lo que les tocó vivir. Quieren que la gobernadora regional, Yamila Osorio, les ayude a encontrar justicia. Quieren que haya una respuesta a la demanda de indemnización que presentaron. Quieren cerrar ese capítulo de sus vidas, aunque en el fondo saben que esa irresponsibilidad ajena las unirá hasta el final de sus días.
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