Mirador ancestral y escenario de historias que rozan el misterio, el Cerro Campana representa la naturaleza no valorada en su plenitud.
Siempre me atrajo el misterio. Aquellos detalles insondables que constituyen un reto para el limitado entendimiento humano resultan ser un imán del que no puedo escabullirme a pesar del riesgo que puedan significar.
Tal vez por eso sentí una conexión casi inmediata con las historias que fluyen del Cerro Campana, una imponente muralla natural de mil metros de altitud que reinan sobre sus diez kilómetros de extensión ubicado a unos 16 kilómetros al norte de Trujillo.
El cerro y su señorío natural
Se dice del Cerro Campana que es un Apu, denominación quechua que implica señorío. Se trata de un concepto ancestral que atribuye a ciertos espacios geográficos una suerte de cualidades vivientes e influencia directa en los ciclos vitales de la zona que dominan.
Puede ser que, como producto de esas antiquísimas consideraciones, el Cerro Campana se vea envuelto siempre en un aura de incógnita. Estudios relativamente recientes señalan que la montaña fue escenario de sacrificios humanos que formaron parte del ímpetu religioso de la Cultura Mochica hace unos 1 600 años.
Como un Indiana Jones de escritorio y sin látigo ni sombrero fui introduciéndome en los vestigios de una historia que encierra todos los elementos para una película de Hollywood.
De pronto, y casi sin proponérmelo, llegaron a mis oídos las versiones sobre ovnis y apariciones extraterrestres allí en el Cerro Campana. Según algunos ávidos amantes de la ufología, la energía que se desprende de la elevación está relacionada directamente con la vida de otros mundos.
Dos amigos, a quienes por petición suya sólo identificaré como Andrés y José, me contaron con la voz misteriosa que en alguna oportunidad y conducidos por la curiosidad acamparon junto con unos amigos en la zona y observaron anonadados unas naves circulares y brillantes que disiparon todas sus dudas sobre un tema que despierta tanto temor como confusión en el común de los mortales.
Como tabernáculo místico u observatorio espacial, el Cerro Campana resulta ser un espacio reservado para el misterio. El hallazgo de geoglifos antropomorfos que perduraron gracias a la protección de la flora añade un punto más para el análisis del real significado y valor de la montaña.
Un mirador ancestral
Guiándome por la inquietud y sin otra preparación que la teórica asimilada de los textos, llegué hasta la colina para observar, desde lo alto, cuan maravillosa puede ser la naturaleza. Mi emoción llegó al límite mientras miraba la grandeza de Trujillo y la calidez del balneario de Huanchaco.
Aprovechando para respirar algo del aire puro que tanta falta hace en las ciudades recordé que el Cerro Campana alberga también a más de 254 especies de flora y 118 de fauna.
Para ser honesto no pude ver a la famosa águila de pecho negro ni al tradicional zorro costeño como lo señalan los libros. Aun así pude satisfacer mi curiosidad al apreciar a unas simpáticas lechuzas, varias bulliciosas aves e infinidad de insectos bastante extraños por su tamaño y color.
Debo decir que no permanecí por mucho tiempo en la montaña por cuestiones de seguridad, según consejos de mis ocasionales guías, pero ya estoy proyectando un fin de semana completo entregado a los azares de la madre tierra.
No estoy seguro si seré testigo de apariciones extrañas o retornaré del Cerro Campana imbuido de visiones que marcarán mi existencia pero, y de ello sí estoy convencido, es imperativo articular un trabajo de resguardo y valoración de nuestros recursos naturales.
Lamentablemente, así como el Cerro Campana, en la región La Libertad se cuentan por decenas las maravillas naturales que reciben la indiferencia de las autoridades.
Por: Jorge Rodríguez
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