Podemos esperar que el caso de Surco sirva para dar un paso hacia el fin de la impunidad que beneficia a los violadores.
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La justicia ha impuesto prisión preventiva de nueve meses a los cinco acusados de haber cometido una violación colectiva a una joven de 21 años en el distrito limeño de Surco. Sabemos demasiado bien que las cifras de abusos y violaciones en nuestro país constituyen una vergüenza. Pero podemos esperar que el caso de Surco sirva para dar un paso hacia el fin de la impunidad que beneficia a los violadores. En primer lugar por la determinación de la víctima para plantear una denuncia contra los que ella creía que eran sus amigos. En segundo lugar por la rapidez con la que actuó la policía para detener a los cinco denunciados y la Justicia para imponer prisión preventiva. En tercer lugar por el compromiso del Ministerio de la Mujer y la Defensoría del Pueblo que han aclarado el marco normativo del caso y tratado de aliviar el sufrimiento de la víctima y su familia. En cuarto lugar por la actitud del padre de la víctima que se ha expresado para permitir que todos sintamos en nuestra propia carne el dolor que puede causar un abuso tan abominable. Y en quinto lugar por la reacción de la Decana del Colegio de Abogados que ha anunciado un proceso ante el Comité de Ética contra el abogado de los denunciados por haber sugerido que la víctima era, por lo menos en parte, responsable de lo que le sucedió. El abogado ha recurrido a estereotipos de la peor estirpe machista para minimizar la falta de sus patrocinados.
Todos los caminos hacia la solución de nuestros problemas sociales conducen a la educación. Desde el abuso hasta nuestra incapacidad de resolver diferencias políticas, y desde la corrupción hasta la baja productividad laboral. Así lo proclamó el general San Martín en el decreto de creación de la primera Escuela Normal en 1822. “Sin educación no hay sociedad”. El único libro escrito por el fundador de nuestra Independencia se llama Máximas para la educación de mi hija. Casi 200 años después sigue siendo necesaria la reforma de todos los niveles de nuestro sistema educativo. Y hacer un balance del año en curso, en el que la pandemia nos ha obligado a suspender las clases presenciales. Es una buena noticia que la localidad arequipeña de San Cristóbal, en la provincia de Condesuyos, haya reiniciado las clases en las aulas. Sus 83 alumnos regresaron a ellas con mascarillas y protectores faciales en vista de que no se ha registrado ningún caso de COVID-19. El aforo se ha reducido a la mitad lo que ha obligado a crear turnos en horarios diferentes. Los profesores toman la temperatura de los alumnos y verifican el lavado de manos. La escuela de San Cristóbal da un ejemplo a todo el país por su capacidad de adaptarse a las exigencias sanitarias y a la mala recepción de la señal de internet.
Anoche tuvo lugar el último debate presidencial en Estados Unidos. Durante hora y media Donald Trump y Joe Biden discutieron sobre la pandemia, la seguridad nacional, la economía, el sistema sanitario, el racismo, la inmigración y el cambio climático. Trump denigra a los políticos, como si él no fuera uno de ellos. Y osa afirmar que solo Lincoln ha hecho más que él por la comunidad afro-norteamericana. Acusó a su adversario de ser corrupto. Más de cuarenta millones ya han votado por correspondencia. Resulta difícil saber si el debate podrá convencer a quien lo haya seguido sin tener formada una opinión de antemano. Lo seguro es que el resultado electoral tendrá repercusión sobre todo el planeta.
Las cosas como son
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