Cientos de seguidores cada año realizan una serie de actividades en memoria a Ubilberto Vásquez Bautista, quien hoy es considerado un santo.
La historia de Ubilberto Vásquez inicia un 11 de setiembre del año 1970 en el patio del penal antiguo de Cajamarca, cuando un pelotón de fusilamiento, compuesto por 12 personas, se puso frente a él y a la orden de “preparados, listos, fuego” dispararon a matar.
Violación y asesinato
Qué había cometido este hombre para que fuese fusilado. Según cuenta la historia, Ubilberto Vásquez Bautista fue detenido en el distrito de Huambos en la provincia de Chota (Cajamarca), pues en su contra pesaba una grave acusación, la violación de una pequeña pastorcita de 9 años y su posterior asesinato de 27 puñaladas.
El cuerpo sin vida de la niña fue encontrado en el campo y este cuadro llenó a sus familiares de indignación quienes acusaron a Ubilberto Vásquez de ser el autor directo del crimen, pero no hubo ningún testigo, y la policía de todas maneras lo detuvo. Posteriormente en los interrogatorios, señaló que en el momento del crimen estuvo trabajando en casa de sus patrones, versión que habría sido desmentida por los propios empleadores.
La sentencia
El Poder Judicial lo sometió a un proceso de juzgamiento en el año de 1966, tiempo en el cual fue encontrado culpable del delito de violación y asesinato de la pequeña pastorcita, y en primera instancia fue sentenciado a purgar condena por 25 años.
Como la lógica indica, cuando se realiza una apelación la sentencia es confirmada o la pena simplemente se reduce, en este caso la lógica no funcionó y la Sala Penal de la Corte Suprema de Lima después de evaluar todo el caso, por voto unánime, decidió la pena de muerte (pena vigente en ese entonces), teniendo en cuenta que el Perú estuvo bajó el régimen militar de Juan Velasco Alvarado.
La ejecución de Ubilberto Vásquez se realizó minutos antes de las seis de la mañana del 11 de setiembre, los cajamarquinos llenos de curiosidad se concentraron alrededor del penal. Hubo desmayos de algunas mujeres y hasta uno de los jueces que participó en el juicio también se desmayó.
En ese entonces el pueblo cajamarquino repudió el asesinato de la pastorcita, pero tenían la seguridad de la inocencia del ejecutado, que durante el tiempo que permaneció en la cárcel se convirtió a la religión adventista.
El juez Víctor Portilla Alva, junto al secretario de juzgado Alfonso Sangay Gastelomento fueron quienes presenciaron la ejecución, y los encargados de certificar el deceso fueron los médicos legistas de ese entonces Ovidio Narro Alcántara y Ricardo León Velarde.
La fe en un ejecutado
Desde ese entonces los cajamarquinos se sintieron conmovidos, pues nunca se demostraron pruebas contundentes del delito que se le inculpó, por ello la fe en él fue creciendo cada día más, quienes siguieron el caso mediante la radio y periódicos, arreglaron la tumba en la que fue sepultado en el Cementerio General.
El número de seguidores fue creciendo cada día y ellos fueron quienes trasladaron al cuerpo de Ubilberto hasta una tumba en el suelo, donde recibe la veneración de todos sus creyentes.
Nueve días antes de todos los 11 de setiembre se realizan las tradicionales novenas, luego sacan su imagen en andas por las calles aledañas al cementerio cajamarquino, seguido de danzantes, oradores, sahumadores, y la infaltable banda de músicos.
Hoy en día existe una agrupación que le rinde un homenaje porque lo cree un santo, pues aseguran que fueron favorecidos con una serie de milagros relacionados con la salud, dinero y hasta incluso con el amor.
Esther Mila Silva narró que su hermana tenía cuatro meses de embarazo y allí se le detectó eclampsia, el médico recomendó que para salvar su vida debería perder a su bebé, pero la familia entera se encomendó a Ubilberto Vázquez, hoy día el niño tiene cuatro años, y por esas casualidades de la vida también lleva el apellido Vásquez.
El dolor de una familia
Este año se conoció que María del Carmen Vásquez Chuque es la única hija de Ubilberto Vásquez, quien nos cuenta que la muerte de su padre fue una injusticia, pues no se investigó bien el caso y como las leyes de ese entonces eran drásticas, lo condenaron a morir frente a un pelotón de fusilamiento.
Celinda Chuque Saavedra de 76 años, conviviente de Ubilberto Vásquez, como recordando los precisos instantes del fusilamiento rompió en llanto y dijo que su historia es como una novela de sufrimiento, pues a la persona con quien compartió parte de su vida se la llevaron a la cárcel en el momento que fue asentar la partida de su hija y por falta de dinero no se realizaron las investigaciones respectivas.
Chuque Saavedra hizo una pausa para limpiar las lágrimas de su rostro y lamentó que ahora a los verdaderos delincuentes y asesinos los dejen en libertad o gocen de penas demasiado benignas.
Por: Luis Asencio
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