Laurent, a quien todo el mundo llama "Micky", trabajaba en París como jefe de bar hasta que un día conoció a un escultor de arena.
Quién lo deja todo por conocer el mundo y hacer lo que más uno quiere, quién decide cambiar una vida tranquila por recorrer lugares distintos a la gran ciudad y vivir con el día a día, sin planes, siguiendo solo el impulso del espíritud. He conocido a Laurent Chretien, francés de 44 años, cuya historia y belleza de sus esculturas de arena hace que reformule mi plan de vida.
Lo había buscado por tres días, justo ahí a donde voy a tomar el bus que me trae al trabajo. Dos días sin resultados, pero hoy, el tercero, pude ver su cabello rubio reflejando los rayos del sol de Huanchaco, provincia de Trujillo (La Libertad). Me acerqué y no me importó llegar tarde al trabajo. Era necesario entrevistarlo, claro, además estaba buscando esta nota desde que una mañana me encontré con Jesús crucificado en la arena.
El parisino es amable y me muestra fotos de esculturas en diferentes playas del mundo: una fila de dioses egipcios sobre la costa española, figuras marinas en Chile, jesuscristos en balnearios europeos y más, mucho más. Ha llegado a Perú desde hace cinco meses y desde hace una semana está en Huanchaco, algo triste porque el verano nos ha dejado y con él los veraneantes que, despreocupados, se tumbaban a pasar los días en la playa.
Me dice que en Perú, un buen día de temporada alta, con la afluencia correcta de personas, ha llegado a ganar 500 soles. “Pero ahora solo para sobrevivir, apenas 30 soles”, confiesa mirando el mar y parece no importarle porque vuelve a tomar la herramienta para arreglar el abdomen de Jesús.
Laurent, a quien todo el mundo llama “Micky”, trabajaba en París como jefe de bar hasta que un día conoció a un escultor de arena. Empezó ayudándole a llevar el agua pero aprendió el arte, se enamoró de la idea de moldear las playas del mundo y dejó todo. Han pasado 17 años, ya y ha recorrido el mundo. Dos veces.
Tiene un hijo en España y una hija en Nicaragua, pero siempre viaja solo. “A veces tengo socios”, cuenta y añade que estos son temporales porque no puede pagarles un sueldo. Yo, que desde que tengo uso de razón siempre quiero ir a París, le pregunto cómo puede haber dejado esa bella ciudad para estar en todos lados. “Es que no me gustan las ciudades grandes, me gusta la playa, caminar, hacer mis esculturas y luego ir a otro lado”, responde.
El escultor se quedará en Huanchaco hasta el próximo miércoles, según sus planes. Pero puede irse el martes o el jueves, también, quién sabe. Su próximo destino es Paita y piensa llegar hasta Ecuador, a seguir haciendo arte en la playa. Me pregunta por Pacasmayo y le respondo que tiene un malecón hermoso. “¿Pero hay arena?”, insiste y entiendo que hay personas que nacen para caminar por asfalto, subir edificios y ascensores todos los días; otras para subir montañas y treparse a cuanto animal extraño encuentre, pero hay otras, como Laurent –o, ya pues, “Micky”- que solo buscan pisar la arena, sin importarles que el mar borre sus huellas.
Por: Mariadhela Aguilar Minchón
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