La Ciudad Blanca de Arequipa se precia de tener hermosas infraestructuras de sillar y este recinto, ubicado entre la calle Melgar con Peral, sin duda es un magnífico ejemplo de nuestra historia.
Cuando hablamos de museos, nuestra mente denota todo aquello que ya no está en uso. Será por eso que muchos jóvenes pierden el interés en acudir a conocer la cultura que se encierra en estos complejos.
Sin embargo, al ingresar al museo Santa Teresa, su paseo estará lleno de arte, tradición y de vida, pues este complejo de impresionante arquitectura marca la diferencia de conocer el pasado a convivir con él.
La Ciudad Blanca de Arequipa se precia de tener hermosas infraestructuras de sillar y este recinto ubicado entre la calle Melgar con Peral, sin duda es un magnífico ejemplo de nuestra historia, con una infraestructura muy bien conservada que data de 1710.
Según nos narra la administradora del recinto, la arquitecta Nancy Benavente Valcárcel, tras el terremoto de junio del 2001, las estructuras coloniales del monasterio quedaron dañadas y se necesitaba dinero para su restauración, que por la antigüedad del complejo sería costosa.
Con un taller propio de conservación patrimonial, el hermoso museo cumplió este 16 de junio nueve años desde su apertura e invita a la población a deleitarse con cada uno de sus ambientes. Al ingresar, un clima de paz se le garantiza al visitante, que maravillado al igual que nosotros, buscará leer cada uno de los murales adornados con pensamientos de Santa Teresa.
Ya en el centro del complejo, se luce la pileta labrada en piedra de Huamanga, regalo de un familiar a una de las primeras monjas del convento. Al continuar el paseo llegamos a la Sala de la Orden, que custodia tres objetos valiosos de la orden de las Carmelitas, entre ellos el relicario hecho de plata del siglo XVIII. Algo que también genera impresión y que de manera singular merece una atención especial es el baúl de la Navidad , un hermoso nacimiento con más de 250 imágenes.
Cada ambiente conserva un olor a rosas muy marcado y es que llegamos justo después que las monjitas usaran las instalaciones que a diferencia de otros museos siguen cobijando a sus propietarias. La denominada sala Capitular es tal vez una de las más importantes, pues cada tres años es el lugar escogido para la elección de la priora (madres que conducirá el monasterio).
Cada una de la paredes de estas salas están adornadas con preciosas pinturas de oleo de los siglos XVI, XVII, Y XVII, nuevamente hallamos una hermosa imagen de Jesucristo tallado en mohena, acompañado de un piano que aún es usado por el coro bajo de la congregación.
Dos puertas más se abren hacia nosotros una que encierra el propio templo de Santa Teresa, donde se realizan las misas, que más de uno quisiera conocer; sin embargo la puerta pequeña seguramente a muchos nos mueve la conciencia pues es la pequeña salita de confesiones, cuya oscuridad encierra de seguro muchos secretos que nadie desea divulgar.
La bulla se deja sentir, pues ingresamos ya en la sala de las campanas, aquellas que convocan cada medio día al rezo del Ángelus.
Ya afuera de nuevo, la luz no solo del sol nos alumbra, sino también la luz de una paz que entre flores y pasajes deja ver a los lejos la vida de las Carmelitas.
Lástima no ampliar la visita pero queda el compromiso de regresar en familia a vivir la historia entre pinturas, orfebrería colonial y olor a rosas de un claustro que día a día hace historia al albergar a las 14 madres de esta congregación que comparten su vida con la historia a través de un museo.
Anímese, visite el Monasterio del Carmen de Arequipa y el Museo de Santa Teresa, y colabore con la misión social que permite el cobro por el ingreso a tan bonito lugar.
Por: Marleny Apaza P.
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