RPP Noticias conversó con los sobrevivientes del nefasto terremoto ocurrido el 15 de agosto del 2007 y que afectó la región Ica.
Seis y cuarenta de la tarde del 15 de agosto del 2007 en la región de Ica, el sismo de 7.9 grados comenzaba a aplacar el suelo y el temor dio paso a la desgracia, el terremoto más potente que pudo afrontar el territorio peruano ocurría y se ensañaba en los habitantes de la zona sur de país.
El retumbar del suelo se confundía con el grito de los habitantes, personas que clamaban que el movimiento se detenga, que sus familiares regresen, que todo acabara. Diez años han pasado, diez años y esa voz retumba aún en los rincones de Chincha, Pisco e Ica, la voz de los protagonistas que conservan en su mente aquel instante que no quieren volver a vivir jamás.
Una misa. Pablo Grimaldo, natural de la ciudad de Pisco, quien aquella tarde logró sobrevivir luego de asistir a una reunión como representante del gremio de la CGTP en esta ciudad, mientras que su familia, esposa, hijos y una nieta, fueron a la iglesia de San Clemente a misa.
"Es algo que jamás se borraré de la mente. Jamás pensé que de esa manera se iba a ir la mayor parte de mi familia para estar al lado de Dios", narró precisando que con el sismo fallecieron cuatro miembros de su familia, su esposa, tres hijos y su nieta.
"Me di cuenta a las tres de la mañana, fui a buscarlos con las luces apagadas [...] comencé a correr por postas y todos los sitios para saber dónde estaban [...] a mi familia recién me la entregaron el viernes a las tres de la tarde, el sismo fue un miércoles", cuenta.
‘Chicho’ el niño de los temblores. Muchos iqueños recuerdan entre las muchas de historias que nacieron tras el sismo es la de José Luis Tipacti Peñavásquez, mejor conocido como ‘Chicho’, niño que falleció aquel miércoles 15 de agosto por el movimiento telúrico.
Diez años después y tras participar de una masiva misa conmemorativa, su madre Edith Peñavásquez Donayre narró a RPP Noticias esa noche luego de sismo, en la que junto a su sobrina salieron a buscar a su hijo por plazuelas y pistas. Recién a las cinco y media de la mañana del día siguiente lo encontró muerto bajo una puerta de fierro. "Hace ya diez años y fueron momentos difíciles y muy duros en el pensamiento y en el corazón que me han tocado vivir", contó.
Luego de este suceso, la señora Edith nunca pensó que su hijo se convertiría con los días en el símbolo de la fe de los iqueños. "Yo nunca hubiera imaginado lo que ahora estoy viviendo [...] donde falleció mi hijo pusieron una crucecita de madera y dos floreritos, quería mantener vivo a mi hijo, iba mañana, tarde y encontraba flores y velas. Un día una ancianita estaba poniendo una vela y me dijo que 'Chicho' le había hecho un milagro, pensé que estaba confundida pero pasaba el tiempo y la gente venía, me pedían foto y su ropita", cuenta.
Una esperanza. Carlos Salas Torres era en aquel entonces integrante del coro de la iglesia del Señor de Luren en Ica cuando el sismo lo sorprendió en su casa junto a sus dos hijos, su mujer se encontraba en la calle y para aquel momento en que se inició el movimiento ordenó a sus hijos salir inmediatamente de su casa.
“Nos pusimos a 20 metros y comenzó un movimiento fuerte para luego empezar el otro que fue aún más fuerte y que hizo caer todo. Nunca habíamos sentido un movimiento tan fuerte y me di cuenta que era un terremoto, cuando quise entrar mi casa ya se había caído”, contó a RPP Noticias.
A pesar que no a sus seres queridos, el señor Salas es uno de los habitantes que aún guarda la esperanza que su ciudad sea reconstruida. “Yo nací aquí hace 67 años lo que quiero es que levanten la iglesia, además vivo en un módulo que por las noches hace frio y en verano mucho calor, ya no tengo medios, tengo siete enfermedades y no puedo levantar mi casa”, declaró.
Diez años y los gritos que parecen alejarse vuelven, la imagen de sus casas caídas, sus familiares heridos y hasta fallecidos vuelven por unos minutos, la desgracia se ensañó contra ellos pero lograron sobrevivir, ahora esa voz de grito y angustia se encarga de describirnos entre la quietud de sus ciudades el episodio que jamás tenemos que olvidar.
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