El Perú aspira a salir de la incertidumbre generada por la confrontación permanente y el desalentador espectáculo de la corrupción. Ante esto, y pese a los agravios y rencores, el Ejecutivo tiene que que concertar con los partidos de oposición.
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Nuestro país necesita una agenda de reformas y de consensos. Los ciudadanos y los actores económicos aspiran a salir de la incertidumbre generada por la confrontación permanente y el desalentador espectáculo de la corrupción. Parte de las desgracias que vive actualmente el principal partido del Congreso, Fuerza Popular, es consecuencia de la falta de un conjunto de ideas articuladas que movilice la energía de sus miembros y despierte la simpatía de la opinión pública. Una organización sin ideas es como un barco sin brújula, cuya tripulación vive sometida a la vieja y triste consigna: “la costumbre de obedecer, el gusto por mandar”.
Pese a las hostilidades del pasado, pese a los agravios y rencores, el gobierno tiene que concertar con los partidos de oposición para definir una agenda posreferéndum y probicentenario. Desde ya, está claro que necesitamos un marco normativo adaptado a necesidades que no pueden seguir esperando: el mercado laboral, la recaudación, la explotación petrolera, el precio de la energía. Ha hecho bien el nuevo dirigente de Fuerza Popular, Miguel Torres, de solicitar formalmente una reunión de su bancada con el presidente Martín Vizcarra. Pero será necesario definir los temas que van a ser abordados, y excluir toda forma de acuerdo que obstaculice o sesgue la lucha contra la corrupción.
Bartra y Salaverry
Por otra parte, Fuerza Popular deberá decantar una línea clara y una dirigencia indiscutida. El espectáculo que presenciamos ayer protagonizado por el presidente del Congreso, Daniel Salaverry y la presidenta de la comisión Lava Jato, Rosa Bartra, evidencia que los fujimoristas se hallan lejos de haber terminado su adaptación a las nuevas circunstancias. Bartra llegó tarde al Pleno que había votado por unanimidad el levantamiento de la reserva del informe sobre la corrupción de funcionarios durante los cuatro últimos gobiernos.
Los ciudadanos tendremos que esperar hasta el próximo lunes para saber si se trata de una verdadera investigación independiente o si el sesgo político ha primado sobre la búsqueda de la verdad. Lo que sabemos por ahora es que el informe final fue aprobado solo por los dos miembros fujimoristas más el aprista Mauricio Mulder. Víctor Andrés García Belaunde y Gilbert Violeta votaron contra, por considerar que se eximía de responsabilidades penales, precisamente a los jefes del fujimorismo y del aprismo.
Trump no logra unir a su país
Mientras tanto, el presidente de Estados Unidos volvió a mostrar que no es una figura que trascienda las diferencias partidarias y encarne la unidad de la nación. No ha podido hacerlo ni siquiera en las ceremonias fúnebres de los asesinados en la sinagoga de Pittsburgh. Tampoco lo hace cuando se pronuncia con ligereza sobre temas que forman parte de las tradiciones y la doctrina constitucional de su país. Tal es el caso de su voluntad de modificar por decreto presidencial nada menos que la Enmienda XIV de la Constitución, que garantiza la nacionalidad a todos los niños nacidos en suelo estadounidense.
Dicha enmienda fue aprobada después de la Guerra Civil para contrarrestar un vergonzoso voto de la Corte Suprema que privaba de nacionalidad a los niños de ascendencia africana. Polarizar el país sobre un tema de esa gravedad en vísperas de la elección parlamentaria no parece una decisión inspirada por la sensatez. Lo que más sorprende, es que el líder conservador que se presenta como el garante de las mejores tradiciones de su país, sea precisamente el que considere destrozar con su sola firma uno de los principios que ha hecho de su país un ejemplo de respeto al Estado de Derecho.
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