Lo que hemos aprendido es que las definiciones institucionales son desbordadas por la realidad política y social de lo que concierne a los ciudadanos: la lucha contra la corrupción, la seguridad ciudadana, la economía.
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Nuestra constitución denomina “interregno” al período que transcurre entre la disolución del Congreso y la instalación de los nuevos elegidos. Se entiende que es un período de tregua respecto de la crispación que lleva a la disolución y sobre todo consagrado a la elección que se convoca automáticamente como consecuencia del brusco fin del mandato de los congresistas. Es la primera vez que nuestro país conoce un período de “interregno”. Lo que hemos aprendido es que las definiciones institucionales son desbordadas por la realidad política y social de lo que concierne a los ciudadanos: la lucha contra la corrupción, la seguridad ciudadana, la economía.
La oposición en el Congreso disuelto se halla en cura de silencio, los partidos están dedicados a organizar sus nuevas bancadas, la población vive a ritmo de la estación: calor estival en la costa, lluvias invernales en la sierra y la selva. Y sin embargo, el gobierno atraviesa una seria crisis interna producida por el mismo factor que ha marcado nuestra vida política desde el 2016: Odebrecht y la erosión de la confianza ciudadana. Manifiestamente en este dominio ha faltado una visión estratégica y coherente que oriente la acción del Estado.
La ministra de Justicia Ana Teresa Revilla aceptó la separación “no sancionadora” del Procurador Ramírez, pero no ha sido capaz de explicar porqué ella misma deja el ministerio menos de 48 horas después. El caso del ministro Edmer Trujillo es todavía más ejemplificador de la precariedad política del Ejecutivo, puesto que es un reincidente en el ejercicio de renunciar sin mayores explicaciones. Y se trata también de una persona estrechamente ligada al presidente desde la época en que desempeñaba como gobernador regional de Moquegua. A ellos se añade sin explicaciones la ministra de Educación Flor Pablo.
Y mientras tanto, numerosos temas siguen en espera de liderazgo y gestión. El más grave sin duda es la tragedia de Villa El Salvador, que ayer se cobró su trigésima víctima. El ministerio de Energía tiene un nuevo titular, OSINERGMIN ha sido declarado en reorganización y el presidente Vizcarra recibió a representantes de las víctimas. Pero se necesita credibilidad para explicar a la población porqué falló el Estado en la supervisión de un sector y un tipo de transporte cuya peligrosidad no es un misterio para nadie.
También la batalla contra los peajes ha conocido un nuevo capítulo con la anulación judicial del fallo que prohibió el cobro de peaje en un sector del distrito de La Molina. El alcalde Álvaro Paz de la Barra había advertido que movilizaría a miles de ciudadanos para oponerse al cobro, más allá de lo que decidiera la Justicia. ¿Alguien explicará a la población que el peaje, en los lugares en que corresponda, es el mecanismo para garantizar carreteras seguras y bien mantenidas? Un caso raro de eficiencia y celeridad lo viene dando la Junta Nacional de Justicia, que ayer decidió destituir al ex Fiscal de la Nación Carlos Ramos Heredia. Esperemos que siga dando muestras de esas virtudes en los complejos casos que requieren una palabra firme y creíble.
El arte nos ofrece una mirada diferente y enriquecedora de la realidad. Hay que felicitar a la Beneficencia de Lima por la buena idea de acoger en su sede del Jirón Carabaya una exposición del artista José Tola, bajo el título conmovedor de Non omnis moriar, No moriré del todo, tomado de la Odas del poeta latino Horacio. Es una buena señal que una institución de caridad creada a inicios de nuestra República se comprometa con la obra de un artista conocido por su energía creativa e insumisa, fallecido en septiembre del año pasado. La exposición permite ver oleos y esculturas de Tola, pero también piezas de grandes artistas que él admiraba. Una copia de un cuadro inacabado de Tola se halla expuesta y a la disposición de los visitantes para que ellos contribuyan a terminarlo. Nunca mejor usado el verso de Horacio: los artistas no mueren del todo.
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