Que la revolución digital no tiene marcha atrás hace años que es un hecho, pero ver casi en directo la desaparición de un medio tradicional como los periódicos impresos, que se suelen regalar en las citas congresuales a los asistentes, no deja de sorprender por la rapidez con la que se está produciendo este ocaso.
Es fácil deducir viendo a los 65.000 asistentes al Congreso Mundial de Celulares de Barcelona (MWC) que a la prensa de papel no le queda una muy vida larga.
Pocos de los congresistas llevaban hoy entre sus manos algún diario, sustituidos por los dispositivos que les permiten estar conectados on line.
Que la revolución digital no tiene marcha atrás hace años que es un hecho, pero ver casi en directo la desaparición de un medio tradicional como los periódicos impresos, que se suelen regalar en las citas congresuales a los asistentes, no deja de sorprender por la rapidez con la que se está produciendo este ocaso.
El GSMA -las siglas del organizador del congreso en inglés, que es el idioma vehicular de la cita- convierte a Barcelona en el vértice comercial del sector, y hay que remarcarlo, porque lo que predomina es el terno oscuro, el traje clásico con corbata, el "business dress code", porque aquí se viene a eso, a hacer negocios.
La vanguardia tecnológica exhiben los cerca de 1.400 expositores, con eslóganes en los que casi siempre aparece la palabra futuro, parece estar paradójicamente un poco reñida con el escaso "riesgo" en la vestimenta de los congresistas, mayoritariamente masculinos, y con sus manos ocupadas en el teclado de algún aparato.
La presencia femenina es proporcionalmente escasa y se deja ver sobre todo tras los mostradores o en el reparto de información, como las llamativas zíngaras del stand de CBOSS, visibles a lo lejos entre tanto fundido a negro.
Este año, una vez superadas las amenazas de huelga en el transporte público de Barcelona, solventadas "in extremis", la tranquilidad se ha instalado en la sede del MWC.
Aunque se han visto menos colas para acceder al recinto que en años anteriores, las esperas son más evidentes sobre todo a la hora del almuerzo para sentarse en alguna de las mesas de los cuarenta establecimientos de comida del recinto.
La variedades gastronómicas internacionales son extensas y van desde unos sanos y vegetarianos noodles, a poco más de tres euros (4 dólares), un plato de paella o un menú cerrado a 35 euros (47 dólares).
La buena meteorología está acompañando en las dos primeras jornadas del congreso, por lo que son centenares los asistentes que aprovechan sus tiempos muertos, entre presentación y presentación, para sentarse a tomar el sol, uno de los atractivos de esta ciudad para el público foráneo.
Entre las novedades, a destacar que la "marea verde", color del pequeño robot icono de Android que el año pasado invadió el MWC, no está tan presente en esta edición del congreso, donde el despliegue del sistema operativo de Google es una realidad que nadie cuestiona.
Los expositores de la coreana Samsung y de la japonesa Sony están siendo los más concurridos, especialmente en este último donde los congresistas "jugones" se arremolinan ante los aparadores donde se exhibe la nueva PSP Vita o ante los terminales Xperia de la firma nipona.
Nokia intenta revitalizar su imagen antaño líder y ha hecho un gran esfuerzo con un expositor con empleados vestidos de azul y blanco como marineros.
En el "off Congress", en las puertas del recinto de la feria, se repite la imagen de otros años: repartidores de folletos animando a los congresistas a conocer los secretos gastronómicos de la ciudad y otros donde se les dirige a clubes de alterne para mantener otro tipo de reuniones. Un clásico, porque todo el mundo quiere sacar el máximo partido de este evento en un momento de crisis. EFE
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