Por: Manuel Mayorga Espichán, director Ejecutivo de la Facultad de Salud de la Universidad Privada Norbert Wiener. La pandemia nos ha dado la oportunidad de repensar la universidad, por lo que volver a lo mismo significaría que no aprendimos nada.
Por: Manuel Mayorga Espichán, Director Ejecutivo de la Facultad de Salud de la Universidad Privada Norbert Wiener
El Estado de Emergencia sanitaria ha impedido que nuestros estudiantes puedan desarrollar actividades presenciales en campus en resguardo de su propia seguridad. Esta situación nos llevó a reprogramar las sesiones en un contexto de Educación Remota de Emergencia (ERE) a fin de darle continuidad al servicio educativo. Sin embargo, el descenso de la curva pandémica y el avance del plan nacional de vacunación nos permite avizorar que estamos próximos a un regreso a las aulas universitarias, posiblemente a partir del primer trimestre del 2022, por lo que debemos planificar un retorno gradual, voluntario, seguro y eficiente tomando como referencia las mejores prácticas en otras partes del mundo y proponiendo desde la academia algunos lineamientos generales.
En primer lugar, la autorización debería tener un enfoque territorial y las variables más importantes a considerar deberían ser el factor R (<1.0) y la cobertura de vacunación (>70%) en la región.
En segundo lugar, sólo se deberían reiniciar las prácticas presenciales en laboratorios, por lo que la universidad deberá demostrar que cuenta con la capacidad de ejecutar los protocolos de bioseguridad exigidos por la autoridad sanitaria: espacios amplios y ventilados que permitan cumplir con los aforos autorizados, disponibilidad de equipos de protección personal para estudiantes, docentes y administrativos, quienes tendrían que haber recibido las dos dosis de la vacuna (código QR MINSA), entre otros.
En tercer lugar, desde gestión curricular debemos realizar un mapeo granular de los planes de estudio para identificar los cursos con un alto componente del dominio práctico (>40%) que realmente necesitan una experiencia vivencial para lograr el nivel de competencia deseado. No tendría mucho sentido, por ejemplo, programar presencialmente horas de teoría o incluso prácticas que se pueden realizar perfectamente en modo remoto usando softwares especializados.
REPENSAR LA UNIVERSIDAD
La pandemia nos ha dado la oportunidad de repensar la universidad, por lo que volver a lo mismo significaría que no aprendimos nada. Con seguridad, la nueva universidad deberá migrar a modelos híbridos, con alta flexibilidad, centrados en las necesidades individuales del estudiante y especialmente en el resultado (aprendizaje); independientemente de la forma de entrega (presencial, remota-sincrónica o virtual-asincrónica). El gran reto desde la universidad será asegurar que la experiencia de aprendizaje en el aula y la que se desarrolla de manera remota sean equivalentes, para lo cual deberá contar con los recursos humanos, materiales y tecnológicos necesarios.
Al Estado le corresponde garantizar la inclusión digital como un derecho fundamental de los ciudadanos, un marco regulatorio flexible y promotor de la innovación educativa alineado con las nuevas tendencias, sin discriminar a los egresados por el tipo de programa (presencial, semi-presencial o a distancia); por lo que una reforma de la ley universitaria que permita aterrizarla en el siglo XXI y en la nueva realidad post-COVID se torna imperativa. Recordemos que toda crisis es una oportunidad para aprender y buscar mejores resultados haciendo las cosas de manera diferente. Pero las crisis también tienen fecha de caducidad, de manera que “el que no quiso cuando pudo, probablemente no podrá cuando quiera”.
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