Cómo aprender a mirar la vida a través de los ojos de alguien que vive de la aventura y sabe valorar las emociones del día a día.
Vengo viajando sola desde que tengo 16 años. La vida me ha enseñado que si bien nos sentimos atraídos a lo opuesto o diferente, es en la infinita conexión de la semejanza donde realmente nos encontramos. Y sé que la persona con la que comparta mi vida tiene que ser viajera.
No te hablo de los viajeros de resort y hoteles de 5 estrellas, no te hablo de los viajeros "all inclusive” de los que contratan agencias para que les organicen todo el viaje.... te hablo de un viajero de corazón.
De esos que nos emocionamos cuando empezamos a navegar por internet en búsqueda de tickets a los mejores precios. De los que nos leemos todo el TripAdvisor y nos compramos o prestamos el ¨Lonely Planet¨ para investigar cuál es el mejor lugar para quedarte y compartir con otros viajeros. De los que preferimos tomar el metro desde el aeropuerto para llegar al sitio donde dormiremos, y que de manera obligatoria 'chaparemos' combi o su equivalente al transporte público porque sabemos que es en el día a día donde se conoce un destino de verdad. Un viajero de corazón sabe disfrutar de lo cotidiano, así como de lo inédito e inhabitual del destino que visita.
Me refiero a los viajeros que preferimos caminar y perdernos por la ciudad hasta que se haga de noche porque una calle te lleva a otra donde hay un parque con una iglesia hermosa a la que nunca antes habíamos llegado en un pueblito en la Sierra del Perú. Porque un puente nos lleva a otro que abre en una plaza donde hay un espectáculo de salsa frente al palacio de Buda en Budapest y de pronto estás rodeado de cientos de húngaros bailando Héctor Lavoe. Porque sabemos que una calle nos llevará al puesto del mejor kebab que probaremos en Estanbul (y en el mundo) y el que te atiende se quiere tomar una foto contigo y su bandera turca. Porque una calle en el sur de la India te lleva a un grupo de niños que te sonríen y te invitan a sus casas, y es esa curiosidad inmensa y el sexto sentido que solo un viajero ha aprendido a desarrollar que hace que aparezcas en casa de los niños con sus madres y tías y te terminen enseñando cuadros de Ganesha y sus familiares en Delhi mientras tú les enseñas algo de español y de lo mucho que quieres al Perú. Y todo esto sucede porque sabemos que en cada calle nos espera algo especial y queremos seguir lanzándonos al mundo y que este nos sorprenda. Un viajero de corazón disfruta de esos pequeños placeres de la vida y del contacto real con su entorno. Por eso mismo, con un viajero, aprenderás tú también que la vida esta hecha de momentos y hay que disfrutarlos al máximo porque no se sabe qué pasará mañana.
Un viajero de verdad es arriesgado y esa valentía y capacidad de correr riesgos te ayudará a vencer tus miedos, porque él los vence constantemente y ama salir de su zona de confort. Toma riesgos por cumplir sus sueños, es capaz de renunciar a la comodidad de un trabajo por mucho que lo ame porque sabe que volverá a conseguir otro que lo hará tan o más feliz que el anterior y entiende que todo tiene su momento, llega cuando tiene que llegar y pasa cuando tiene que pasar. Y es en ese convencimiento y seguridad de que conseguirá todo lo que se propone donde también aprenderás a ir tras lo que sueñas.
Te hablo de los viajeros que tenemos tatuado el mundo en nuestros pies porque queremos siempre recorrerlo, de los que tenemos esa facilidad para hacer amigos de por vida en cada viaje, hasta el punto de que cinco años después de pidan un video con un saludo para su matrimonio así los hayas conocido un solo día. De los que tenemos esa capacidad de conectar con la gente porque verdaderamente somos transparentes, y no solo de palabra. De esos viajeros a los que la gente quiere de verdad por lo que albergan en su corazón y que los demás perciben, así sea solo un día que compartieron con ellos. Esos viajeros que siempre tendrán una anécdota para recordar. Te aseguro que con un viajero jamás te aburrirás porque aprenderás y te emocionarás con él y con sus miles de historias todos los días.
Un viajero de verdad acumula experiencias y no anhela carros de lujo o posiciones sociales, un viajero de verdad puede comer con cinco tenedores en la cima del Burj Khalifa como con la mano en un campamento berebere en el desierto del Sahara y no se va a quejar del desorden porque todo lo recibe con el corazón abierto. Es por esto que un viajero de verdad se va a adaptar a cualquier situación porque realmente disfruta de ellas y las valora, y es por eso que va a calzar tan bien con tu familia y amigos. Y hablando de familia, un viajero de corazón valora como nadie a su familia porque ha vivido cien mil veces los hasta pronto en el abrazo de su mamá, porque seguramente también ha vivido en otros países y a pesar de haber regresado después de cumplir sus objetivos, ha vuelto a viajar por varios meses más. Por todo esto un viajero ha aprendido a valorar más a sus seres queridos, porque solo cuando estás lejos de tu familia reconoces realmente lo importante que son para ti, y no hay mejor compañero de vida que aquel que entienda el verdadero valor de la familia.
Algo que puede ser importante para muchos...un viajero de verdad también sabrá de todo tipo de cocina, te llevará a probar el mejor couscous de Lima, el que se parezca más al que disfrutó en Marrakech, o te lo preparará él mismo, así como el goulash más sabroso el que le recuerde a sus días en Hungría, o el zurek que le recuerde a sus días en Polonia, o su versión de ají de gallina favorito así salga de otro color.... No hay mejor compañero de cocina y de comida que un viajero.
Es por estas razones y algunas más que estoy convencida de que mi compañero de vida tiene que ser un viajero. Sé que siempre habrá algo nuevo que descubrir a través de mi visión del mundo y de la suya. Si eres un viajero de corazón, entonces, entenderás.
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