El colegio Jorge Portocarrero, en Ventanilla, no tenía ni siquiera luz o buenos baños. En 2012 fue reconstruido gracias al mecanismo de Obras por Impuestos. Ahora, es motivo de orgullo.
Nada nunca ha sido fácil para los vecinos de Pachacútec, en medio de los arenales de Ventanilla, Callao. Mucho de lo que ha se ha logrado en este barrio es mérito exclusivo de la población organizada. Es el caso, por ejemplo, de los padres del colegio Jorge Portocarrero, ubicado en el asentamiento humano Cahuachi. Con la finalidad de darle seguridad a sus hijos, ellos organizaron brigadas de vigilancia y levantaron un cerco perimétrico de ladrillo y cemento. Así, pudieron mantener alejados a los maleantes que deambulaban por las inmediaciones de la escuela y a los perros callejeros que irrumpían en cualquier momento dentro de las aulas. Sin embargo, esos esfuerzos también tienen límites.
El Jorge Portocarrero lleva casi dos décadas brindando educación a cientos de niños de Pachacútec. La comunidad aprecia el esfuerzo de los docentes y especialmente de su director, Rodrigo Guevara Cieza, quien ha sabido liderar con orden y disciplina al equipo formado por estudiantes, padres de familia y trabajadores del centro. El valor de las lecciones que se imparten en el colegio siempre fue reconocido, pero sin infraestructura adecuada era imposible llevar la formación a un nivel superior. Guevara lo tiene claro: “un aula que reúne todas las condiciones necesarias permite una adecuada labor pedagógica. Todo estudiante tiene derecho a ello”, sostiene.
Los alumnos del Jorge Portocarrero cosechaban premios en concursos de conocimiento y desfiles escolares, pero no podían hacer uso de ellos. Alguna vez ganaron computadoras, pero no había manera de hacerlas funcionar, pues la escuela no tenía ni siquiera electricidad, mucho menos Internet. Y en sus aulas de madera y techo de calamina, los alumnos atendían las lecciones resignados a las filtraciones del agua de lluvia. Ni siquiera tenían baños adecuados.
Todo ese inventario de carencias es, felizmente, cosa del pasado. Ahora, los alumnos del Jorge Portocarrero puede estar orgullosos de estudiar en una escuela de material noble, con baños limpios y una moderna sala de cómputo. Todo esto se pudo conseguir gracias al empuje de los vecinos, pero hubiera sido imposible de concretar sin el trabajo conjunto de la empresa y el Estado.
En 2011, la Compañía Minera Volcan decidió aceptar una invitación del Gobierno Regional del Callao e invertir más de 6 millones de soles para levantar nuevamente el colegio Jorge Portocarrero y equiparlo sus aulas y laboratorios. Esto, pese a que Ventanilla está muy lejos de la zona de influencia de las empresa, que tiene operaciones en Pasco y Junín. La obra se concretó a través del mecanismo de Obras por Impuestos (OxI) y con la asistencia de ProInversión. Luego de ocho meses de trabajo, el nuevo colegio Jorge Portocarrero era una realidad.
El director Guevara, normalmente serio, no puede evitar sonreír cuando recuerda la reacción de los chicos al entrar a su nuevo colegio: “Corrían por las graderías, subían, bajaban. ¡No lo podían creer! Se nos iban de control, se metían a los baños, era un mundo distinto del que ellos conocían. Fue un sueño hecho realidad”. Ahora, el Jorge Portocarrero es un oasis de educación en medio del arenal. Un colegio a la altura del esfuerzo de la gente a la que sirve.
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