“Con ánimo de amar” cumple 20 años desde que se estrenó a nivel mundial en el Festival de Cannes. Si bien no se llevó la Palma de Oro a mejor película en el 2000, el film de Wong Kar-wai logró ubicarse entre lo más alto de las obras cinematográficas del siglo XXI, según varias encuestas a diferentes críticos a nivel mundial, como el que hizo la BBC o The Guardian.
El erotismo en "Con ánimo de amar" no se manifiesta a través de desnudos, sino en los silencios de Li-zhen y Chow, los protagonistas de esta historia de amor reprimido. Está en la mirada esquiva, en el beso irrealizado, en la palabra no pronunciada, en la timidez de un hombre y en el andar sensual de una mujer.
Sin caer en la fórmula del drama efectista, ni en el romanticismo simplón, ni en el enajenado apetito carnal, el séptimo largometraje de Wong Kar-wai retrata el dilema de estos dos extraños que se conocieron al mudarse a un edificio el mismo día. El único problema es que cada uno tiene su propio matrimonio, compromisos que van perdiendo peso a medida que se alejan de sus parejas.
Sin embargo, el conflicto se expande, pues ambos descubrirán que sus respectivos cónyuges mantienen una relación clandestina, razón por la que buscarán su propio consuelo y tratarán de evitar entrelazarse para “no ser igual a ellos”.
Al ser dos personajes que comparten la soledad, el director hongkonés capta este estado mediante primeros planos. Los detalles ocupan el centro de la atención: las miradas cabizbajas y el susurro acongojado son contemplados en espacios más cerrados, que refuerzan la sugerencia de una callada atracción.
De allí que la elipsis sea un recurso constante en la película, capaz de acelerar el paso del tiempo hasta mostrar cómo este amor prohibido jamás se libera, sino que, por el contrario, incluso llega a consumirse.
La sensualidad se impone en ralentí: Li-zhen y Chow se cruzan y comparten miradas por pasillos, escaleras, calles sucias. La cautivante atmósfera de luces cálidas eleva pulsaciones; la lluvia los junta y esconde. Y la música, exquisitamente seleccionada, le da ese tono elegiaco y pasional, ensalzada por los boleros de Nat King Cole. Una combinación excepcional que expresa el deseo prohibido de estos seres que se aman en secreto.
El final, de una tristeza desgarradora, cierra con un epílogo que simboliza lo que no pudo ser ni será: “Él recuerda esa época pasada, como si mirase a través de un cristal cubierto de polvo. El pasado es algo que puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto ve está borroso y confuso”.
“Con ánimo de amar” toca más de una fibra gracias a la mano maestra de Wong Kar-wai.
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