Laurent Binet, uno de los mayores exponentes de las letras francesas en nuestro mundo de pandemia, visitó el Perú el 2017 y más precisamente la Biblioteca Nacional, en busca de joyas coloniales como las crónicas de López de Gómara anotada de puño y letra por el Inca Garcilaso. En aquel momento confesó sotto voce que estaba pensando escribir algo sobre el Perú de la época de la conquista, pero no dijo que preparaba una cerebral y divertida ucronía en la que los incas tras una serie de peripecias rocambolescas terminan conquistando el nuevo “nuevo” mundo, convirtiéndolo en su “quinto suyo”.
Del Perú con amor
En “Civilizations”, antes de que los incas lleguen a Europa, pasa algo muy importante: Colón no logra regresar a España. Sus hombres son engañados, dispersados y finalmente abatidos por las tropas de una princesa taína, la hermosa Anacaona. Las memorias de Colón llegan en la forma de un diario que poco a poco pasa de la fascinación y la admiración por el descubrimiento, a la frustración y a la desesperanza, pues los indios americanos van poco a poco diezmando las huestes españolas hasta su completo exterminio. Colón termina siendo el último sobreviviente y exponente de un mundo que cuenta para que quede en la memoria de una niña que aprende el español y se convertirá años más tarde en uno de los personajes principales de esta historia: Higuénamota.
Y es que tres décadas después del fracaso de Colón, antes de la llegada de Pizarro al Perú, sucede otro contrafáctico: Atahualpa es derrotado en la guerra civil contra Huáscar y se ve perseguido hacia el norte. Y cada vez más al norte, hasta llegar a Panamá. Y de ahí incluso más al norte atravesando el mar Caribe, hasta llegar a la isla de los taínos, donde se encuentra con la susodicha Higuénamota, quien le enseña los restos de la nave de ese Colón que conoció de niña y le cuenta cómo allende los mares podrá encontrar unos hombres barbudos, blancos, belicosos, que habitan tierras en las que quizás podrá encontrar alivio y refugio frente a la ira de su hermano, el sapa inca vencedor. Es así como se dará el encuentro de dos mundos, pero no en América sino en la vieja Europa.
La travesía termina en Lisboa, a donde llega Atahualpa con su fiel séquito de más de 300 hombres y unos cuantos taínos que acompañan a Higuénamota. Allí empieza a descubrir las extrañas creencias de un pueblo que adora a un dios clavado en una cruz que en su propio rey y confía en el juicio de unos hombres con tonsura y hábitos que mandan a quemar a quienes no respetan su religión. Poco a poco Atahualpa y los suyos van entendiendo las costumbres de ese pueblo de gentes extrañas y viajan al este, a las tierras del máximo rey de entonces, Carlos V, con quien cruzan tropas y a quien finalmente apresan y recluyen en La Alhambra.
Desde Sevilla, Atahualpa va construyendo, del mismo modo que en sus tierras quiteñas, alianzas y lealtades. Tras múltiples peripecias, termina eliminando al emperador en cuyos reinos no se ponía el sol, teje redes con Francia y termina conquistando incluso las tierras protestantes en las que un tal Lutero parecía dominar a señores y príncipes. Atahualpa determina entonces dos cosas que lo harán pasar a la historia como un reformista: la reforma religiosa, que organiza un credo común bajo el sol pero tolerante con judíos, cristianos y protestantes; y la reforma agraria, que organiza el sistema de tierras del pueblo en todo Europa, donde se implantan andenes y se cultiva ahora papas y camotes (valga el recuerdo aquí de Louis Baudin, cuya famosa obra “El imperio socialista de los incas”, fabricó el mito de una utopía en tierras andinas).
De México, con pasión
Por supuesto no todo es fácil para Atahualpa. Le toma más de una década imponerse en el nuevo viejo mundo y solo cuando una “pax inca” parecía irrefrenable, desde Inglaterra llega la pérfida Albión en connivencia con los aztecas, amantes de los sacrificios humanos, que han podido cruzar también el océano para llegar a tierras europeas, donde Moctezuma y sus amigos hacen de las suyas regodeándose en los ríos de sangre que van dejando a su paso.
El mundo vive entonces un choque de fuerzas y un juego de estrategia geopolítica, que terminará siendo explicado en la última parte de la novela por un novelesco Miguel de Cervantes, cuyas quijotescas peripecias junto al griego Domenikos Theotokopoulos –el “Greco”– terminan de explicar un poco en qué se ha convertido ese quinto suyo, en el que incas y aztecas, junto a franceses, alemanes, ingleses y españoles, establecen un nuevo orden mundial post medieval.
Aventuras, amor, peligro y muchos incas –y mucho Perú– es lo que trae esta gran novela, llena de personajes entrañables, de acción a raudales pero sobre todo de mucho ingenio que nos hace cuestionarnos ¿y qué hubiera sido del mundo si…? Como nos preguntamos ahora con relación a la pandemia de turno. Para reflexionar.
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