¿Cómo el presidente ecuatoriano pudo remontar una brecha de 20 puntos?

Escrito por Santiago Bedoya

El domingo 11 de abril, en la misma jornada en la que en el Perú se realizaba la primera vuelta, los ecuatorianos asistían a votar para definir los resultados de la segunda vuelta de su propia elección presidencial.

En aquel momento, los candidatos sobre la mesa para los ecuatorianos eran el banquero centroderechista Guillermo Lasso, candidato presidencial del partido CREO; y el delfín del movimiento iniciado por Rafael Correa el 2007, Andrés Arauz. Como ya se sabe hoy en día, la candidatura de Lasso fue victoriosa, logrando un 52.36% del voto, correspondiente a 4,656,426 votos válidos. Sin embargo, la victoria de Lasso fue una sorpresa en la política ecuatoriana. De hecho, se trata de la tercera vez en la que Guillermo Lasso buscaba llegar al gobierno, habiendo llegado al segundo lugar contra Lenín Moreno en el 2017 y logrando el segundo lugar en el 2013 contra Rafael Correa, quien en aquella ocasión ganó en la primera vuelta de los comicios, con un 57.17% del voto.

Considerando estos factores, no sería posible llamar a Lasso un ‘outsider’ político. Gracias a su posición como perenne contendor del correísmo, Lasso contaba ya con un grado importante de renombre en su país, logrando un promedio de 22% de intención de voto en las encuestas publicadas en el mes previo a la primera vuelta, celebrada el 7 de febrero. Pese a su buen desempeño, tanto en la primera vuelta del proceso electoral que finalmente lo ha llevado al poder como en sus intentos pasados, su victoria sobre la candidatura de Arauz, representante del “socialismo del siglo 21”, como ya ha sido mencionado previamente, jamás fue una cuestión certera. Sin embargo, el candidato logró ver a su apoyo de primera vuelta crecer por un 154.4%. La pregunta obvia ante esto, especialmente considerando el presente contexto electoral en el Perú, gira en torno a ‘como’ lo logró.

Pareciera que un componente importante de esta respuesta está en el nombre Jaime Durán Barba, cuyos esfuerzos lograron darle al correísmo su primera derrota electoral desde su ingreso al ‘mainstream’ de la política ecuatoriana. Durán Barba se dedicó a lograr dos cosas: en primer lugar, la refundación de Guillermo Lasso como figura pública y, en segundo lugar, la construcción de una narrativa que dejase al correísmo en una posición políticamente incierta.

Se puede observar un cambio claro en su capacidad de producción de contenido electoral entre esta ocasión y los previos intentos de Lasso de lograr la presidencia. Otrora se le intentó presentar como el tecnócrata serio, docto en materias económicas, pero sin sustancia íntima y humana. En esta ocasión, esto cambió de forma dramática. Lasso ha logrado acumular un total de 1.7 millones de seguidores sumados entre Twitter, Instagram y TikTok, redes en las que comparte con sus seguidores escenas de su vida familiar, anécdotas personales y demás. Esto contrastó con el esfuerzo mediático puesto en marcha por Arauz, cuyo ‘following’ en redes es considerablemente menor, llegando apenas a los 420 mil seguidores entre aquellas tres redes. El equipo de Lasso también logró movilizar a un gran número de venezolanos que se encuentran en Ecuador (donde hay poco más de 400 mil), promoviendo un mensaje de rechazo al modelo planteado por Arauz. Esto fue particularmente efectivo gracias a la cercanía de Rafael Correa con el régimen chavista en Caracas, cercanía la cual mantuvo durante su década en el poder, entre el 2007 y el 2017.

Ante esto, vale hacer la pregunta - ¿Hay lecciones que los políticos peruanos puedan aprender de lo sucedido en Ecuador? La respuesta es, de forma esperable, complicada. En primer lugar, existe un problema de ‘perfiles’. La candidatura de Keiko Fujimori, pese a ser igual de veterana que la de Lasso, ha sufrido un mayor grado de construcción (o destrucción) de personaje a manos de sus enemigos políticos, contribuyendo al alto antivoto que enfrenta contra Pedro Castillo. De forma similar, es importante destacar que el candidato del partido político Perú Libre no cuenta con las mismas taras de asociación enfrentadas por Arauz: no es viable asociarlo a un gobierno en el pasado cercano.