Desde el inicio de la epidemia de la COVID-19 el Estado peruano ha puesto mayor énfasis en la toma de pruebas serológicas en lugar de hacer uso masivo de pruebas moleculares, lo cual ha sido motivo de una fuerte polémica. Dentro de este debate se hace importante comprender la diferencia entre ambos tipos de pruebas.
Las pruebas serológicas detectan la presencia de anticuerpos en el sistema inmunológico, como reacción a la presencia del virus, no al virus en sí mismo. Dado que esta reacción toma algunos días, en muchos casos la prueba serológica es incapaz de dar como positivo a un infectado en los primeros días del proceso infeccioso. Esto genera un elevado número de falsos negativos (es decir que la prueba detecte como negativa, a una persona que efectivamente tiene el virus).
Otra característica de la prueba serológica es que cuando una persona previamente infectada con la COVID-19 se recupere y deje de ser contagiosa, la prueba dará un resultado positivo. Esto es así puesto que aún sin tener virus activos se mantiene la presencia de los anticuerpos, que es lo que la prueba rápida observa. Esto genera un gran número de falsos positivos (que la prueba considere como positiva a una persona que ya no sea contagiosa). Por ello cuando salen noticias como la referida a que 40% de los repartidores de aplicativo evaluados dieron positivo a COVID-19, hay que considerar que lo más probable es que muchos de ellos, sino la mayoría, ya no se encuentran en la fase activa de la enfermedad y no representa un riesgo de contagio a los demás. Son las pruebas moleculares las que permiten medir el riesgo real de contagio.
Las pruebas moleculares detectan componentes del virus. Esto permite detectar la presencia del SARS-CoV-2, aun cuando la persona no haya sentido nada ni haya tenido ninguna respuesta inmunológica a la enfermedad. Es decir, las pruebas moleculares sólo dan resultados positivos ante infecciones activas. Las pruebas moleculares detectan a las personas que sí representan riesgo de contagio para los demás. Por otro lado, las pruebas moleculares son más costosas que las serológicas y la toma de muestra mediante un hisopado es más compleja que la extracción de sangre del test serológico.
Como podemos percibir, las ventajas de las pruebas moleculares respecto a las serológicas provienen de dos factores: 1) detecta de una manera más temprana la COVID-19 y 2) no confunde casos recuperados con casos activos. Estos dos factores impactan sobre la capacidad del Estado para reducir el Ritmo Reproductivo (factor R) del coronavirus. El tan mencionado factor “R” mide a cuántas personas un infectado puede contagiar durante la fase activa de la enfermedad. Si en promedio un infectado puede contagiar a más de una persona, el número de casos se incrementa y la epidemia se propaga. En cambio, si este promedio es menor a uno de manera paulatina el número de infectados irá reduciéndose.
Se estima que la carga viral y por lo tanto el riesgo de contagio de COVID-19 es más alto en la primera semana posterior al proceso de incubación del virus. Y que en promedio este periodo infeccioso duraría tres semanas.
Las pruebas moleculares, si son aplicadas tempranamente, nos permitirían detectar y aislar a los enfermos aun antes de que desarrollen los anticuerpos que requiere el test serológico. Estas últimas pruebas dan resultados positivos a COVID-19 en promedio una semana después del inicio de los síntomas, es decir cuando ya pasó el periodo de mayor riesgo de contagio. En buena medida, los tests serológicos que se han tomado en Perú no han servido para aislar a los enfermos en la mayor parte de su etapa de contagio. Su efecto sobre el control de la propagación de la epidemia muy probablemente haya sido reducido y los recursos destinados a hacer pruebas han servido para identificar por dónde el virus pasó, pero en la práctica no han tenido un rol relevante para atenuar la dinámica de la epidemia.
Un estudio en Wuhan encontró que 44% de los contagios se daban de manera previa al inicio de síntomas. Con pruebas moleculares, es posible detectar a los presintomáticos durante este periodo y aislarlos. Con pruebas serológicas la mayoría de estos casos activos y de alto riesgo de contagio se quedan indetectados.
Los tests serológicos llevan a una innecesaria dispersión de los recursos para el aislamiento de los enfermos. En ciudades como Lima, estimamos que por cada infectado activo habría alrededor de 40 recuperados. Los test serológicos no son tan eficientes como las pruebas moleculares para diferenciar entre estos casos. Las pruebas serológicas no permiten enfocar el esfuerzo de aislamiento en los casos activos.
Los componentes de una política eficiente de control de la enfermedad consisten en la detección oportuna de los infectados activos y su aislamiento, y el testeo de sus contactos (que posiblemente se encuentren en las etapas iniciales de la enfermedad). El uso exclusivo o mayoritario de pruebas serológicas hace prácticamente imposible el aplicar políticas de control epidemiológico más allá de las estrictas cuarentenas. La consecuencia es la propagación descontrolada del virus.
He, X., Lau, E.H.Y., Wu, P. et al. Temporal dynamics in viral shedding and transmissibility of COVID-19. Nat Med 26, 672–675 (2020).
https://www.nature.com/articles/s41591-020-0869-5
Serology testing in the COVID-19 pandemic response. Lancet Infect Dis 2020; 20: e245–49
https://www.thelancet.com/journals/laninf/article/PIIS1473-3099(20)30517-X/fulltext#:~:text=In%20most%20studies%20of%20laboratory,of%20symptoms%20and%20rise%20rapidly
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