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Los cisnes negros en la construcción del futuro

Los “cisnes negros”, como la pandemia, no están restringidos al ámbito de la salud, pueden ocurrir en muchos campos, desde los fenómenos naturales hasta los generados por el hombre.

Un “cisne negro” fue definido por Nassim Nicholas Taleb como un evento de bajísima probabilidad de ocurrencia, pero capaz de generar un gran impacto (generalmente negativo) en la economía y/o en la sociedad; y que después de sucedido, hace que tomemos en cuenta su factibilidad, y por lo tanto tratemos de encontrar las razones por las que no pudo ser pronosticado.

Como ya se ha venido comentando en esta columna, el futuro no puede predecirse, simplemente porque no existe predeterminado: el futuro se construye en cada fracción infinitesimal de tiempo posterior al presente. Lo que podemos es identificar lo que sí es posible que suceda y estar preparados en la eventualidad de que ocurra, tanto para mitigar sus efectos negativos, como para aprovechar lo positivo que pueda traer.

La ocurrencia de una pandemia en nuestros tiempos ha sido un “cisne negro” que ha sido analizado desde la década de los 90, principalmente por el incremento de la movilidad de las personas gracias al abaratamiento de los pasajes aéreos y la mayor oferta de destinos. Y es que a lo largo de la historia, la humanidad ha sido castigada muchas veces con pandemias, desde la “peste negra” del siglo XIV que se estima causó la muerte de 50 millones de personas en Europa, Asia y África (América aún no había sido “descubierta”) de una población global de 400 millones de personas, hasta nuestros días de COVID-19 que podría llegar a matar a 6 millones de personas de los casi 8,000 millones de habitantes que somos hoy. Nótese que la llamada “gripe española” que afectó al mundo entre 1918 y 1920, causó la muerte de entre 50 y 100 millones de personas de un total global de 1,800 millones de habitantes. La menor mortalidad del COVID-19 se explica por el mayor desarrollo de la medicina y de la infraestructura de salud durante esos 100 años de tiempo. Aprendimos la necesidad de contar con sistemas de oxígeno disponibles en todos los centros de salud, nunca como antes el oxígeno fue reconocido como sinónimo de vida.

Pero, ¿se han puesto a pensar en, si en vez del SARS COV-2, la pandemia hubiese sido de ébola, que tiene más del 40% de mortalidad y que para su tratamiento se requieren transfusiones de litros de sangre por paciente? No estamos hablando de oxígeno, un bien libre que requiere un simple tratamiento de separación, filtrado y compresión para ser distribuido a los hospitales; sino de litros de sangre por paciente. Todos los que hemos pasado por la triste experiencia de tener un familiar que requiere de sangre sabemos lo difícil que es conseguir una unidad. Y estuvimos muy cerca de tener una pandemia de ébola entre 2014 y 2016, pero pudimos contener la enfermedad en África Occidental, con 30,000 casos y 11,300 fallecidos. El ébola sigue siendo endémico en esos países y es posible que vuelva ser una amenaza a la salud mundial.

"Un “cisne negro” fue definido por Nassim Nicholas Taleb como un evento de bajísima probabilidad de ocurrencia, pero capaz de generar un gran impacto (generalmente negativo) en la economía y/o en la sociedad". | Fuente: Freeimages

Pero los “cisnes negros” no están restringidos al ámbito de la salud, pueden ocurrir en muchos campos, desde los fenómenos naturales hasta los generados por el hombre. A continuación, les damos una lista (lamentablemente no exhaustiva) de posibles “cisnes negros”, cuya ocurrencia podríamos vivir en los próximos años:

  1. La explosión de la caldera de Yellowstone (Wyoming, Montana e Idaho, Estados Unidos)
  2. La explosión de los volcanes de las Islas Canarias (España) que formaría una superola (tsunami) que afectaría toda la costa atlántica de América (incluyendo las ciudades del este de los Estados Unidos y las islas del Caribe)
  3. Vulcanismo a gran escala y en todo el mundo, que generaría emisiones de gases tóxicos que nos harían entrar a un invierno global de varios años
  4. Una gran explosión de masa coronal del Sol, que destruiría la infraestructura eléctrica mundial y que tardaría meses en ser medianamente reparada
  5. La activación de las placas tectónicas que generarían series de superterremotos (grado 9 a más) en todo el mundo
  6. Un nuevo crash de las principales bolsas de valores por la caída abrupta de los precios de determinados activos, como las criptomonedas, por ejemplo
  7. Un ataque ciberterrorista que paralizará el servicio de internet a nivel global
  8. La incapacidad de los gobiernos para entregar ingresos a las familias afectadas por el reemplazo del trabajo humano por la automatización y los robots
  9. Una guerra nuclear entre potencias mundiales
  10. El contacto extraterrestre abierto (y trasmitido en directo por CNN)

 

Me quedo ahí. Recuerden que, muchas veces, no podremos evitar que ocurra un “cisne negro”, pero sí debemos tomarlos en cuenta para estar preparados cuando ello suceda.

ADVERTENCIA: No recomiendo leer este artículo antes de acostarse.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.
Fernando Ortega San Martín

Fernando Ortega San Martín Ingeniero metalúrgico e industrial

Consultor, conferencista e instructor internacional en Prospectiva y Estudios del Futuro. Chair del Nodo Perú de The Millennium Project. Actualmente, subdirector de Seguimiento y Evaluación del Concytec.

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