“Todos los problemas tienen solución”. Muchas veces no es tan cierto. Hay problemas que no tienen solución, y está bien. No todo debe resolverse y volver a como era antes. A veces debe quedarse así. A veces, simplemente, las cosas deben cambiar.
Los cambios nos sacan de nuestra zona de control y movernos hacia lo desconocido, asusta. Es natural sentir temor al enfrentar algo que no conocemos, pero no debemos dejar que el miedo nos paralice. Cambiar involucra dejar ir, sin aferrarnos a cómo eran las cosas.
Con frecuencia, nos encontramos repasando mentalmente lo que sucedió en el pasado; qué hizo o qué dijo. Esto solo nos mantiene atrapados en el tiempo y no cambia lo que sucedió. Necesitamos liberar la expectativa de que el pasado pudo haber sido distinto o que las personas pudieron haber actuado de otra manera. ¿Queremos estar en lo correcto o queremos estar en paz? A veces, tener las dos cosas no es posible.
En otros casos, somos nosotros quienes buscamos hacer un cambio. Y cuando no lo logramos pensamos que, tal vez, es porque no hemos intentado lo suficiente. Alan Deutschman, en su libro “Cambiar o Morir” se plantea la pregunta: ¿podemos realmente cambiar cuando el cambio es lo más importante?; refiriéndose, por ejemplo, a los casos en los que por enfermedad necesitamos variar radicalmente nuestro estilo de vida. Explica que la gente cambia todo el tiempo sin siquiera darse cuenta, por lo que su investigación se enfoca en cómo hacer cuando el cambio no viene naturalmente o cuando estamos estancados.
En ese contexto, para alcanzar un cambio sostenible necesitamos una nueva actitud y una nueva forma de pensar, desarrollar nuevas habilidades y encontrar esperanza. Deutschman sostiene que el éxito está en “repetir, relacionarse y replantear”. El cambio necesita ser experimentado -porque nuestras creencias formadas en el tiempo sólo pueden ser transformadas por la propia experiencia- y debemos trazarnos metas de corto plazo pues necesitamos obtener logros. Así también, el autor revela que la mayoría de las personas consiguen despegar cuando encuentran alguien que los inspira y les muestra el camino: si él o ella puede, yo también puedo.
En consecuencia, para cambiar requerimos identificar qué nos falta para avanzar o qué nos retiene. Con frecuencia sabemos lo que queremos hacer, pero no quiénes queremos ser. Todos podemos ser influenciados por la sociedad, por nuestros amigos, por nuestros padres o por nuestros líderes en el trabajo, y nos convertimos en un espejo del comportamiento de los demás, sobre todo de grupos mayoritarios o dominantes, para sentirnos aceptados. ¿Cuántas veces colocamos en una misma “caja” a quienes creemos que piensan igual, se comportan igual u opinan igual sin conocerlos realmente?
La necesidad de aceptación es un instinto del ser humano, pues todos necesitamos pertenecer. Vernos reflejados en los demás es una forma de validación y entonces creemos que si estamos actuando igual que los otros lo estamos haciendo bien; pero, puede no ser así. Si bien la familiaridad mantiene juntas a las personas y buscamos lo similar para sentirnos seguros, no debemos perder de vista que “si tienes que forzarlo mucho, no es tu talla”. A veces nos encontramos repitiendo opiniones que no son exactamente lo que pensamos, porque es socialmente aceptado o tenemos temor a discrepar. ¿Cuántas veces evadimos plantear una idea porque es diferente a lo que piensan los demás?
Debemos perder el temor a opinar distinto y desarrollar la capacidad de expresar con asertividad nuestras ideas, sin necesidad de convencer a los demás o compartir la misma opinión. De esto se trata la diversidad, de aceptar la presencia de diferencias.
La diversidad trae nuevas ideas y experiencias, y permite que las personas aprendan unas de otras. Abre el espacio para explorar las cosas desde distintos ángulos y con diferentes habilidades, fortalezas, conocimientos y perspectivas, promoviendo la creatividad, la innovación y una mejor resolución de los problemas.
Si bien todos buscamos pertenecer, también debemos buscar ser respetados en nuestra individualidad.
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