En las últimas entradas de este espacio se realizaron apuntes sobre cómo los partidos Demócrata y Republicano eligen a la terna que competirá por la posición presidencial. Sin embargo, me gustaría regresar a la última campaña presidencial que enfrentó a Hillary Clinton (Demócratas) vs. Donald Trump (Republicanos). Esta estuvo empañada por una serie de escándalos alrededor del secretismo y misterios sin resolver.
El primer escándalo estuvo ligado al uso indebido de canales de información por parte de Hillary Clinton. Sin duda, el que la candidata de ese entonces hubiera usado un correo de servidor privado (tipo Outlook), en lugar de utilizar servidores federales, donde se hallaron documentos clasificados, dañó en gran parte su campaña a la carrera presidencial. Este hecho fue aprovechado por el presidente Donald Trump y fue la oportunidad para contener y atacar a la candidata del Partido Demócrata.
Por su lado, el presidente Donald Trump también está luchando contra su propio escándalo, donde el principal actor es el gobierno ruso. La CIA, el FBI, la Agencia Nacional de Seguridad, el Departamento de Justicia e incluso los comités de Inteligencia del Senado y del Congreso han asegurado que Rusia interfirió en las elecciones de 2016. Las metas del gobierno ruso eran socavar la fe pública en el proceso democrático de Estados Unidos, denigrar a Hillary Clinton y perjudicar su potencial elección. Se generaron perfiles en Facebook y Twitter que generaban una opinión favorable a Trump, en contra de Hillary, además de la construcción de noticias falsas y artículos de prensa denigrantes. En este proceso el FBI también desarrolló un operativo que se trajo abajo a varias organizaciones y ciudadanos de nacionalidad rusa. Luego de las investigaciones, no se encontraron evidencias suficientes para vincular este ardid de campaña con el presidente Donald Trump.
Aquí la pregunta que cabe hacerse es, ¿qué tan poderosa es la Federación Rusa para intervenir en campañas electorales? Lo que modestamente se puede hacer aquí es un reconocimiento de este poder, y verificar su avance y expansión a través de la democracia occidental.
Pongamos como ejemplo Europa; según el Financial Times, la Federación Rusia ha desarrollado la práctica de financiar partidos de extrema derecha que buscan como objetivo único la disolución de la Unión Europea.
En Austria, el partido Libertad firmó un acuerdo de cooperación por diez años con Vladimir Putin y su círculo de poder. Gracias a este acuerdo se han llevado a cabo negociaciones “por debajo de la mesa” con contratistas rusos, e incluso representantes de la oligarquía rusa.
En Hungría se señala al primer ministro, Viktor Orban, como un títere del Kremlin. Se sabe que el gobierno de Hungría ha dado las facilidades para la creación de un Banco Internacional de Inversión de Moscú. Banco de inversión con tres principales accionistas: Rusia, Hungría y Bulgaria. El parlamento húngaro le ha otorgado total inmunidad diplomática a los empleados de este banco, lo que les exime de rendir cuentas ante la policía. "El caballo de Troya de Putin", "Banco KGB", "Riesgo de seguridad nacional", son algunas de las críticas de la oposición a este banco.
En Italia, la conexión rusa persigue a la Liga del hoy ministro de Interior italiano Matteo Salvini. En recientes investigaciones periodísticas se revela cómo Rusia ha buscado financiar la candidatura del hombre fuerte de Italia, conocido como el “Trump Europeo”. Salvini siempre lo ha negado, pero la sentencia que condenó al partido a pagar 49 millones de euros por un desfalco de su fundador, Umberto Bossi, reactivó la teoría de la financiación desde Moscú. Ahora, a las investigaciones previas se añade un audio destapado por el portal estadounidense BuzzFeed, en el que supuestamente se escucha a uno de los hombres fuertes de la Liga negociar con seis emisarios del Kremlin un negocio de 65 millones de euros. La Fiscalía de Milán ya reaccionó abriendo una investigación por posible corrupción internacional.
Volviendo al panorama electoral de los Estados Unidos, cabe preguntarse si el gobierno ruso hará gala de su intervencionismo político para provocar certezas o caos. Cualquiera sea el caso, la crisis al sistema democrático es lo que parece estar funcionándoles.
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