De acuerdo con el informe anual de competitividad de 2019, elaborado por el Foro Económico Mundial, Perú ha retrocedido dos posiciones en el ranking global, pese a mejorar el puntaje del 2018: hoy se ubica en el puesto 65 de 141 economías (que incluyen el 99 % del PBI mundial y 94 % de la población mundial), cuarto de Sudamérica y sexto de Latinoamérica y el Caribe.
Este reporte mundial, que busca responder los desafíos de la Cuarta Revolución Industrial, también arrojó que la principal fortaleza de nuestro país son los fundamentos macroeconómicos. Sin embargo, en el resto de los indicadores, que suman más de cien agrupados en doce pilares que evalúan y comparan la competitividad de los países, desaprobamos.
Entre nuestras debilidades se encuentra la infraestructura, el mercado de trabajo, así como la educación y habilidades, de especial interés para todos, donde Perú se ubica en el puesto 81 (uno de los más bajos). En el otro lado de la moneda, Suiza lidera esta categoría y es quinto a nivel general (primero destaca Singapur; segundo Estados Unidos; tercero, Hong Kong; y cuarto, Países Bajos).
¿Cuál es el camino a la cima? Según el Foro Económico Mundial, a nivel global todos debemos reforzar el crecimiento económico sostenido para salir de la pobreza, y tener un conductor central del desarrollo humano. Debemos proponer orientarnos “al futuro con sistemas interconectados profundamente, que promuevan crecimiento, competitividad, educación, desarrollo de habilidades, trabajo, igualdad e inclusión”.
No obstante, para reforzar el tema de nuestra educación, pilar fundamental para lograr la competitividad, es importante que el Estado consolide una mejora en la gestión pública. Ello incluye otorgar un gasto público mayor, debemos crear un precedente. Hace tres años, la inversión en educación fue 3.9 % del PBI, de acuerdo con el Banco Mundial, por ello no se pudieron cubrir necesidades como la mejora de la infraestructura de universidades estatales, resolver huelgas que frenan ciclos, aumentar los sueldos de los docentes ni invertir en su preparación.
En los últimos años se ha logrado ampliar la cobertura educativa, pero aún poco se ha mejorado en la calidad de la enseñanza. En este sentido, el trabajo de Sunedu resulta importante al definir estándares mínimos que una institución educativa debe cumplir.
Debemos entender que una buena educación mejora la eficiencia de cada trabajador y desarrolla labores más productivas. Como ejemplo tenemos el caso de Singapur, primero en el informe anual de competitividad de 2019, que demuestra que se puede tener un sistema educativo alto en un corto tiempo, para lo cual es vital identificar personas talentosas que se interesen por la docencia.
Además, en este país es prioridad que la administración del sistema educativo sea centralizada, y se rigen por la meritocracia, lo que genera una competencia por los mejores puestos. Para ellos, primero está la eficiencia antes que la equidad: a más inteligencia y preparación, mayores retribuciones.
Así, la educación impacta radicalmente en la competitividad de los países. Para mejorar esto en el futuro, y con ello nuestra economía, debemos enforcarnos en la preparación de docentes y estudiantes, sin descuidar ninguno de ellos. Hay trabajo por hacer.
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