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La pandemia en el día a día: sobre el distanciamiento social

Desde la salud pública hay consenso que el distanciamiento social (DS) es el mejor camino, pero ¿cuáles serán los efectos?

Una pandemia es un brote de casos inusualmente alto cuya consecuencia más fuerte son las muertes y el colapso de los sistemas de salud. La lucha por reducir el aumento en los casos del nuevo coronavirus tiene entre sus estrategias más poderosas al distanciamiento social. Esta es una medida para desacelerar la propagación de los contagios y, por ello, da tiempo de reacción para que los sistemas de salud no tengan que atender tan pronto a un número de casos en alto incremento diario que le lleve pronto a rebasar su capacidad. Desde la salud pública hay consenso que el distanciamiento social (DS) es el mejor camino, pero se reconoce que las consecuencias pueden tener un peso importante sobre la economía en general, pero que el impacto más negativo será sobre el sector informal.

Estas consecuencias no son menores y merecen rescatar ideas provenientes de campo de las “emergencias complejas” para profundizar el análisis. Antes de plantear la teoría, es importante separar los efectos del DS en una zona urbana consolidada y en los asentamientos en condiciones de precariedad. Quien vive en un distrito limeño cuya población mayoritaria cuenta con un ingreso mensual y servicios públicos, puede aminorar el golpe económico con un crédito pues espera que la fortaleza macroeconómica les permita a los negocios recuperarse del golpe. En cambio, en los barrios y asentamientos humanos un día menos de trabajo para un vendedor ambulante significa no tener alimentación ese mismo día ni medicinas para los enfermos de su hogar. Así, queda claro que el DS tendrá un impacto distinto según el tipo de asentamiento urbano (consolidado o precario) que uno habite en Lima o el Perú.

De Waal, escribió “Hambrunas que matan: Darfur y Sudan 1984-85” para cambiar las ideas sobre las emergencias para entenderlas como un problema complejo. Su gran conclusión fue que el mayor número de muertes no fueron causados por la hambruna (el desastre) sino por las enfermedades posteriores que se originaron en las comunidades que perdieron sus medios de subsistencia a raíz de las intervenciones que se dieron durante la hambruna. Es decir, durante la hambruna se prohibieron actividades que consistían en sus medios de sobrevivencia y esto le quitó posibilidades de cubrirse ellos mismos su atención de salud o de aminorar posteriores riesgos.

Si afinamos la vista, en muchas zonas del país, la pandemia ya lleva tiempo. En el hospital César Garayar García de Iquitos, los pacientes han llegado a ser atendidos en los pasillos y patios debido a una sobrepoblación de usuarios en una región donde miles de casos confirmados de dengue y decenas de fallecidos. Por si fuera poco, hasta el 8 de abril se reconocieron 4342 casos de coronavirus, lo cual hace más pertinente usar la idea de que no es el desastre el que mata sino las consecuencias de las intervenciones sobre su población. Es válido preguntarse si con el distanciamiento social no se estaría quitando a los loretanos los pocos medios de subsistencia con los que cuentan para enfrentarse al dengue y al coronavirus.

| Fuente: AFP

Probablemente, en Lima y las grandes ciudades, el gran logro del DS sea el retraso de los casos, pero no sería poco probable que ello venga acompañado de asentamientos humanos atacados por otros problemas de salud. Sobre este punto, De Waal da una recomendación muy útil a los policy makers: quién maneja la intervención puede ser el causante de nuevos efectos. Cuando en Darfur la ayuda humanitaria se enfocó en la entrega de alimentos y limitó la capacidad productiva de los agricultores, implícitamente restó los medios de subsistencia de las poblaciones afectadas. En Perú, esto nos lleva a pensar urgentemente en que necesitamos no cometer el error de reducir los medios de subsistencia con el DS. La subida del kilo del pollo de S/.6.80 a S/8.00 o de los huevos de S/.5 a S/.7 hace una gran diferencia si uno se encuentra en Jesús María o el Villa el Salvador o en Balsapuerto (Iquitos).     

Algunas recomendaciones para manejar el distanciamiento social

La estrategia de intervención según el territorio y no según individuos:  Pensar según la realidad de cada región, pues en algunas el DS podría traer consecuencias graves luego de la pandemia. Dado el aún número de casos menor en algunas regiones, la inversión fuerte en salud debe ser para aislar totalmente a los nuevos casos y a las personas de su entorno.

El distanciamiento social complementado con medidas urgentes: sumar gratuitamente acceso a agua, electricidad, alimentos, medicinas y otros bienes cruciales en las zonas precarias de los distritos. Inclusive, en aquellas zonas donde se establezca parámetros sanitarios adecuados, permitir espacios supervisados para hacer transacciones económicas entre aquellos que necesiten fuentes de ingreso urgentes para no quedar en pobreza total.

Tecnología de pagos: existen en otros países la entrega de tarjetas de debido prepago en la que se coloca dinero para los beneficiarios de programas sociales. Esto permite usar la red de pagos electrónicos. Aquellos que no estén integrados en el sistema financiero, se les puede entregar tarjetas electrónicas que puedan ser intercambiables por dinero en cualquier establecimiento o por cualquier persona que podrá, en última instancia, volverlo dinero en el banco.

Llevar a un nivel de prioridad a las cadenas de alimentos y también la de sanidad: Se necesita mantener el nivel de sanidad al máximo en todos los distritos y esto inclusive podría ser una buena fuente de empleos temporales siempre con el equipamiento de protección adecuado. Los puestos de venta de alimentos deben seguir protocolos sanitarios estrictos. La producción de los bienes de estas cadenas debe contar con facilidades para el tránsito y la debida supervisión de los precios por parte de Indecopi.

Transferencia a los municipios para el banco de alimentos municipal: la reducción de actividad económica debilitará las finanzas municipales por lo que necesita transferencias públicas atadas a metas específicas. Una meta puede ser el usar los mercados del distrito para la distribución de alimentos a los grupos más vulnerables como los afectados por la pobreza, los trabajadores precarios y los adultos mayores. Administrando adecuadamente los recursos públicos y ordenando el ingreso acorde a los protocolos de la DS, el municipio puede ser un actor clave para la ayuda humanitaria.   

Pensando en los recursos y su financiamiento:

Donaciones en dinero: dado que no se puede entregar bienes por el estado de emergencia, existen iniciativas de hacer donaciones monetarias que financiarían los bienes de necesidad básica. El gran reto es hacer llegar las donaciones para lo cual se podría usar nuevos mecanismos de pago electrónico o al banco de alimentos municipal. Como experiencia, el Programa Mundial de Alimentos tiene un programa de “tarjetas electrónicas de comida” para ser usado en ciertos mercados.

El sector privado debe participar facilitando sus cadenas de distribución: acorde a las normas actuales de movilidad, para, sobre todo, llegar a los sectores más vulnerables con bienes claves como alimentos industrializados y de limpieza. Igualmente, los bancos públicos y privados inclusive pueden facilitar la impresión de tarjetas de débito electrónicas para las poblaciones vulnerables que puedan usar el canal bancario.

Cooperación internacional: la naturaleza global está llevando a los actores del sistema financiero internacional a plantear y recoger propuestas. Jesse Griffiths del Overseas Development Institute del Reino Unido considera que el Coronavirus demandará inyecciones financieras para los países más golpeados. Así, es probable que el Perú reciba refuerzos con fondos específicos para las poblaciones más vulnerables.  

En conclusión, la estrategia del distanciamiento social nos pone dos retos: controlar el desplazamiento de las personas para evitar el contagio y evitar que se despoje a los territorios más vulnerables de sus medios de subsistencia.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.
Omar Narrea

Omar Narrea Economista

Profesor de la Escuela de Gestión Pública de la Universidad del Pacífico. Ha trabajado en el Ministerio de Economía en la reforma del Presupuesto por Resultados y el SNIP. Cuenta con un MSc en Política Social (London School of Economics) y estudios de pobreza en la Universidad de Bologna.

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