A fines de diciembre, Kevin, un niño de 10 años con autismo se perdió por las calles y luego de varios días fue hallado muerto. ¿Cómo se explica que un niño pueda estar perdido sin recibir la ayuda de ningún ciudadano? El año pasado inició con la noticia de la caída de un bus en Pasamayo y de un sujeto aprovechando la desgracia para robar a las víctimas ¿Cómo se explica que frente a un accidente algunos puedan aprovechar el hecho para robar a las víctimas? Día a día confirmamos en carne propia que nuestro desordenado tráfico parece por momentos un campo de batalla. Una batalla, muchas veces irracional ¿Cómo entender a un conductor que acelera para llegar más rápido al siguiente semáforo en lugar de tomarse un segundo para dejar cruzar al peatón?
Los tres casos, aunque con grandes diferencias, tienen un denominador común: Se tratan de situaciones donde las emociones de los otros no son tomadas en cuenta y esto puede explicarse por muchos factores. La empatía está en nuestro potencial biológico pero se desarrolla en la cultura. Puede inhibirse o reforzarse de acuerdo a nuestro entorno. Hoy por hoy diera la impresión de que en Lima la empatía tiende a inhibirse.
Para poner en práctica y entrenar la empatía puedo preguntarme ¿Qué está sintiendo el otro? ¿Qué puede querer? ¿Por qué actúa de la manera que actúa? En lugar de creer en mi primera asociación como verdad absoluta debo detenerme un poco más y pensar en las otras posibilidades.
Es necesario detenerse a pensar pero la vida acelerada a veces nos acostumbra a un ritmo menos reflexivo. Se celebra el multitasking que, en cierto sentido, no es otra cosa que la capacidad para hacer muchas tareas superficialmente en lugar de una en profundidad. Se devalúa el pensamiento, “no te densees” señalaban alumnos de primer semestre en oposición a adentrarse en una reflexión profunda que parecen haber aprendido que no vale la pena. Lo paradójico es que no detenerse a pensar y no estimular la empatía, significa dejar de desarrollar uno de los rasgos distintivos de nuestra especie y menoscabar nuestra capacidad para trabajar en equipo y entender nuestro entorno.
Nuestras sociedades estimulan algunas creencias que son contrarias a la tendencia de la empatía. Por un lado, aunque parece decaer con el tiempo, tenemos la noción de “el vivo”. Uno debe ser vivo, como una suerte de mandato social. El que no es “vivo” es “un quedado” y de ahí que se encomie la viveza criolla que pretende hacer socialmente aceptable las conductas claramente antisociales.
De otro lado tenemos el discurso de éxito, que ahora hasta parece natural, pero cuando se lleva a su extremo es otra forma de ir en contra de la empatía. El sujeto orientado al éxito busca ser el mejor y como bien señala Han (La sociedad del cansancio, 2012) la orientación hacia el éxito lo que crea son perdedores. El sujeto solo puede ser el mejor si los otros no lo son.
La competencia en las aulas de clase y la competencia en las empresas son una viva imagen de este impulso que no es solo un impulso al desarrollo personal sino también un impulso al sabotaje del otro.
Estimular el desarrollo de la empatía implica preguntarnos por las emociones, los deseos y las razones de la conducta de los otros, pero también cuestionar algunas creencias egoístas que marchan en contra del desarrollo de la empatía.
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