La idea del éxito ha sido manipulada y tergiversada de tantas maneras, especialmente en tiempos como el presente donde la competencia ha empujado a nuestra sociedad a enfrascarse en convenciones sociales de que el destino final es un trabajo bien remunerado y respetado. Sin embargo, en nuestras aulas en Centrum PUCP, los estudiantes atraviesan un periodo de evolución y crecimiento, por lo que no es raro ver que llegan personas en busca de un nuevo rumbo o un cambio en su camino profesional tras alcanzar un punto en su camino en el que se sienten estancados, agotados e inclusive perdidos.
El problema es recurrente y, cuando ahondamos para encontrar el origen, nos topamos con un patrón de éxito basado en el sacrificio personal, como un sol que gira alrededor de solo un planeta llamado trabajo en una constelación que alejó a los demás aspectos de la vida en la oscuridad. Es en este camino que las tinieblas nublan todo hasta perder la dirección de qué buscamos y por qué estamos o dónde estamos.
Así, parece que confundimos los medios para vivir con la razón de nuestra propia existencia. Esto nos lleva a un punto de ebullición en el que nos sentimos amenazados por no haber encontrado aún nuestro propósito, lo cual puede desenlazar un conflicto en nuestra propia identidad. Sin embargo, debemos de calmarnos y recordar que este desafío no lo enfrentamos solos, y que en realidad es una cuestión de identificar el significado en algunos aspectos de nuestra vida como nuestro propósito, sentido de pertenencia, trascendencia y control. No existe una píldora ni una receta mágica para este desafío, pero sí la certeza de que enfrentar los grandes desafíos de la vida es la oportunidad de darle significado a nuestra aventura terrenal.
Quiero cerrar este mensaje con las palabras de Mahatma Gandhi: “Allí donde hay amor, hay vida”, que nos recuerda que el gran motor de nuestro empuje diario es gracias a nuestro prójimo.
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