Todas las personas buscamos hacer de nuestro lugar de trabajo un ambiente natural dónde nos sintamos bien y apreciados por nuestros colegas, y en dónde nuestra voz sea escuchada. Esta necesidad de aceptación y querer ser valorados por los demás es una necesidad humana jerárquicamente alta en la pirámide de Maslow. Sin embargo, cuando nuestras decisiones y autoestima se vuelven dependientes de la opinión de los demás o cuando alteramos nuestros principios y opiniones para ganar aprobación, puede ser perjudicial para nuestro entorno profesional.
En algunos casos, podemos confundir el carisma, amabilidad y constante consideración con la búsqueda de aprobación de los demás. Esto puede resultar problemático cuando en la toma de decisiones, volteamos a todos lados para buscar que todos aprueben lo que estamos decidiendo o cuando dejamos de confiar en nuestra propia experiencia y capacidades. Eventualmente, en un líder, esto podría llevar a la falta de claridad, dirección y retroalimentación en su equipo.
Para evitar caer en esta espiral, probemos seguir estrategias simples. Por ejemplo, si vamos a entrar en una reunión que discutirá sobre una decisión, busquemos formar una opinión basada en conclusiones que saquemos de información relevante. Esto no quiere decir que seamos rígidos en nuestra opinión, sino que tengamos claridad en nuestras convicciones.
Por otro lado, ante una decisión importante que pueda ser controversial, podemos aplicar la regla de un día para dar una respuesta. Con el tiempo, tendremos perspectiva y nuestras emociones estarán más calmadas para dar paso a una decisión más racional.
Finalmente, no tengamos miedo de cuestionar nuestra propia opinión. ¿Estoy haciendo esto porque creo en ello o porque no quiero quedar mal con los demás? En este proceso, el objetivo será de construir confianza en nuestras decisiones y en nosotros mismos. Los líderes que son más efectivos son aquellos que han encontrado un buen balance entre la empatía, determinación y claridad en sus decisiones.
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