En la ciudad de Lima, a los cuarenta y nueve años, víctima de una penosa enfermedad, falleció Augusto Salazar Bondy, un seis de febrero de 1974. Su muerte sorpresiva nos dejó sin uno de los más grande filósofos que han nacido en nuestro país, cuya obra penetrante, rigurosa y apasionada, estuvo dedicada en gran parte a comprender críticamente la condición particular de nuestro país, tanto en su historia como en presente.
Más allá de los juicios que se puedan tener sobre sus escritos, sería mezquino negar el inmenso y profundo afecto que Salazar Bondy tuvo por el Perú. Que no debe ser confundido como un simple “patrioterismo”, si no como una preocupación genuina por nuestra situación integral. Esta preocupación crítica se expresó en un concepto central de su producción intelectual: cultura de la dominación. Y, a partir de esta idea, elaboró un sincero diagnóstico sobre el problema peruano: “Nuestra personalidad como país, nuestra sociedad y nuestra historia están marcados por la dominación y pueden definirse por ella. Así como se habla de una cultura de la pobreza o una cultura de la prosperidad, así es preciso tipificar el conjunto de valores, actitudes y estructuras de comportamiento de los países como el nuestro mediante el concepto de cultura de la dominación.” (1966).
Para superar esta “cultura de la dominación”, en la que se acepta acríticamente la condición subordinada de nuestro país, debe surgir una “conciencia de liberación” en la que los intereses nacionales son más importantes que las conveniencias transnacionales. El Perú aprende a definir su propio destino, bajo sus propias reglas de desarrollo y de autonomía, y tomando en cuenta un principio ético político central: autenticidad cultural ajena a toda alienación. Salazar Bondy estaba convencido de que, sin esta conciencia liberada, los peruanos en su conjunto no podríamos aspirar a una vida mejor: “Y podemos ser, además, a partir de esta conciencia, un esfuerzo de liberación compartido, una rebeldía que potencia y aglutina todas las fuerzas sociales” (1966). Es decir, esta auténtica emancipación solo sería posible cuando una gran colectividad supere la condición dominada.
Es evidente que la obra de Salazar Bondy hay que contextualizarla históricamente, porque muchos de sus criterios están enmarcados en las circunstancias nacionales e internacionales de las décadas de los cincuenta, sesenta y parte de los setenta. Además, por las concepciones filosóficas en las que él se formó y que se privilegiaban en el claustro sanmarquino en sus mocedades universitarias. Tomando en cuenta estos elementos, libros como “¿Existe una filosofía en nuestra América?”, “La cultura de la dominación en el Perú”, “Entre Escila y Caribdis. Reflexiones sobre la vida peruana”, entre otros, deberían ser lectura obligada para quienes tienen como oficio pensar al Perú y hacer política en nuestro país. El 2024 puede ser una excelente oportunidad de reencontrarnos con un filósofo fundamental, nacido y formado en nuestra patria.
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