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La economía como sufrimiento

Hace más de treinta años, en la apoteosis del Consenso de Washington, llegamos a convencernos (o nos convencieron) de que la única forma de estabilizar las economías deficitarias e inflacionarias era por medio de una fuerte terapia de choque; que implicaba sufrir una durísima austeridad- de tiempo indeterminado-, a cambio de una futura prosperidad. Actualmente, ¿las sociedades son tan resignadas como en aquella época?

Hay un grupo de economistas, muy convencido, de que las leyes de la economía son tan universales y objetivas como las de la física. Y que la aplicación de dichas leyes, transformadas en recetas generales, surten los mismos efectos sin tomar en cuenta los contextos políticos, económicos y culturales. Esta visión de la economía, idolátrica, intenta que la realidad- siempre más compleja que cualquier teoría-, se adapte a la noción idealizada. De ahí que cuando la receta, proveniente de la supuesta ley, no funciona, se acuse a la realidad social de estar equivocada. Porque, claro, “la ley universal es siempre inequívoca”.

El problema y la limitación de este puritanismo económico es que cae en el error de creer que la realidad económica es solo económica. Pero no es así. Las sociedades son plurisistemas complejos, en el que interactúan sistemas de tiempos paralelos, sistemas culturales, sistemas de organización pública, sistemas de producción, sistemas morales, etc. Todos ellos, en interacción y colisión, convergentes y divergentes. Por una cuestión metodológica o de razón explicativa se pueden aislar los sistemas de producción y de consumo. Pero en el plano de la acción económica, convertida en economía política, las decisiones gubernamentales no se pueden tomar escindiendo el sistema económico de los demás sistemas. Pues los niveles de perturbación en otras áreas del plurisistema social, ocasionan enormes pesares y consecuencias muy perniciosas a largo plazo.

| Fuente: Freeimages

Por ejemplo, en el Perú, las medidas de estabilización macroeconómica de los años 92 al 95, se llevaron a cabo sin establecer un sistema de bienestar y de protección social. El resultado, es que tres décadas después, tenemos un modelo económico- indefinible- que ha diluido gran parte de las redes de solidaridad funcional, cuya consecuencia es el nihilismo individualista que un grupo amplio de la sociedad práctica. Asimismo, la lógica librecambista de las medidas de estabilización, se trasladaron al plano político, diluyendo las tramas de pensamiento ideológico y, por lo tanto, eclipsando los propósitos de país. La economía no es proyecto, porque los objetivos nacionales, más allá de su contenido, son ético-políticos.

Hasta donde sabemos, en las universidades no se forma a los economistas para hacer sufrir a las sociedades. No existe un curso que se llame “sufrimiento económico I” o “ampliación de la pobreza II”. El problema es asumir, de forma acrítica, que las medidas económicas tienen una finalidad en sí misma, ajena a la vida concreta de las personas. En esa misma lógica, es insensato considerar que un periodo largo de sufrimiento, cuasi puritano, es condición para el bienestar futuro. Quizás es el momento de revisar o cuestionar la eficacia de la “economía del sufrimiento”, de las durezas microeconómicas llevadas a los planos nacionales. De pronto, urge una generación de nuevos economistas, mejor formados en sistemas complejos, más dispuestos a comprender los núcleos de interacción polisistémica que se forman en un país. Y, sobre todo, capaces de superar el paradigma economicista de raíz puritana, que más mira la eficacia de la teoría, y que no toma en cuenta el sufrimiento de las personas. La finalidad ética de todo el sistema social, son las personas. Y es lógico actuar reduciendo el dolor y maximizando el bienestar. Lo demás, son solo medios.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Es Dr. (c) en Humanidades por la Universidad de Piura y maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Autor del libro "La trama invisible de lo útil. Reflexiones sobre conocimiento, poder y educación" y de numerosos artículos académicos vinculados a la historia de las ideas, con énfasis en la historia conceptual, y en las relaciones entre conocimiento y sociedad en el Perú y América Latina.

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