Si bien el castellano es la lengua de la mayoría de los peruanos, el quechua no solo está presente en 8 millones de nuestros paisanos – la mayoría, de hecho, son bilingües –, sino que los hispanohablantes usamos diariamente muchas palabras del idioma inca.
Para ayudar a resolver los muchos problemas que tiene el Perú, una de las ventajas que tenemos y que necesitan una mirada positiva son nuestras raíces andinas; esas raíces que se expresan en el quechua, un idioma que refleja nuestra cultura muy especial.
Si bien el castellano es la lengua de la mayoría de los peruanos, el quechua no solo está presente en 8 millones de nuestros paisanos – la mayoría, de hecho, son bilingües –, sino que los hispanohablantes usamos diariamente muchas palabras del idioma inca. Así cuando decimos: “Ponte tu poncho, vamos a la pampa, come anticuchos, está rica la palta, la carpa de caucho, o incluso estás calato”, estamos usando el quechua.
Y lo mismo hacen empresas de diversos sectores, como restaurante, distribuidores, etcétera, pero hay más. Hace un tiempo, en una reunión de profesionales bilingües del sector minero, me contaban que mientras en castellano se saludaban con un “buenos días, colega”, en el saludo en quechua el saludo era algo así como “mi corazón se alegra de verlos, queridos hermanos”, mostrando que la calidez andina es mucho mayor que la del castellano.
Pero esa calidez también influye en nuestro hablar del día a día, pues los peruanos usamos mucho más diminutivos que otros países. Aquí no decimos está rico el ají, sino el ajicito. No decimos queremos un poco, sino un poquito. Tampoco decimos amiga, decimos amiguita, coincidiendo con la manera amable en que los bilingües quechuas-castellanos dicen: “Gracias papito o cómprame, mamita”. Es una habilidad innata que algunos malinterpretan como servilismo.
Pero el quechua refleja además una extrema sensibilidad frente a la naturaleza, razón por la que titulamos ‘Kusikuy’ a uno de nuestros libros sobre la felicidad de nuestros peruanos, porque Kusikuy (felicidad, en quechua) no solo se da en las personas, sino también en los animales y en las cosas; y eso puede explicar el cuidado que nuestros orígenes quechuas exigen a los recursos naturales, porque los árboles, las montañas y los ríos, las cosas también tienen corazón y se alegran cuando las tratan bien y se entristecen cuando las agreden.
Quizás, estimado paisano, paisana, ya es momento de reintegrar el sentimiento andino en nuestra cultura nacional, reconociendo su sensibilidad para el trato a las personas y el respeto a la naturaleza y ayudando a disminuir esos malentendidos entre los peruanos de origen diversos. La pregunta, paisanito y paisanita o, mejor, papito y mamita, es ¿cómo podemos aprovechar mejor los valores de nuestra cultura andina para crecer como país?
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