A dos semanas de las elecciones nacionales el 25 % de las peruanas y peruanos dice no haber pensado nada respecto a los comicios y el 45 % está pensando en algunas opciones sin haber decidido todavía, según últimos datos de Datum. No es fácil decidir, entre la banalización de la política, el comportamiento de los políticos cuando llegan al poder y las muchas angustias que nos embargan. Este proceso electoral no termina de ocupar el lugar que debiera en la ciudadanía, a sabiendas que el nuevo gobierno tendrá el difícil reto de sacarnos de la crisis política, económica y sanitaria que estamos viviendo.
Tomar una decisión no solo encuentra límites en este difícil escenario, también en nosotros mismos y la responsabilidad de elegir informadamente, habiendo analizado opciones, distinguiendo quiénes pueden convenirnos y quienes serían nefastos en el poder (como dicen las abuelas, separando la paja del trigo) y eligiendo a quiénes merecen nuestra confianza. Es verdad que nuestra historia como ciudadanos está llena de decepciones, hemos elegido hombres infames que nos han dado golpes bajos; nos han robado en maletas, carretillas y camiones; nos han engañado sus apariencias; han matado a nuestros hijas e hijas; y se han servido de sus cargos para beneficiarse a sí mismos y a sus socios y amigos. Lo hemos visto con nuestros propios ojos, nos ha llenado de bilis e indignación, no lo olvidemos.
Aun así, la memoria y el sentido de responsabilidad no bastan para tomar tan importante decisión, porque las mentiras, las promesas y los cuentos siguen aflorando de la boca de los candidatos, y entre tanta palabrería ya no podemos distinguir la verdad. Tampoco nos sirven los tonos de los discursos o los lenguajes corporales: el amigable, el chabacano y el sonriente, parecen ser solo caretas que encubren un populismo que intenta seducirnos con las palabras y gestos que supuestamente queremos ver y escuchar.
Es verdad que la toma de decisiones es un ejercicio vital, una competencia en la que todas y todos debemos formarnos a lo largo de la vida, y hay que reconocer que en muchos casos la educación formal no ha contribuido mucho, que a veces los hogares están llenos de autoritarismo y su correspondiente sumisión, por eso repetimos el sonsonete de la mano dura como alternativa al caos y a la corrupción, a la par que callamos ante el abuso y la opresión, sino preguntemos a las millones de mujeres que viven atrapadas en la violencia dentro de sus propios hogares. Nos toca ejercer nuestro voto responsable el 11 de abril y no hay recetas para elegir a las mejores candidatas/os, tampoco podemos quedar paralizados por la indecisión, hemos tenido suficiente experiencia en los últimos años para distinguir las verdades de las mentiras, y si tenemos dudas debemos informarnos a través de medios confiables, dialogar con los familiares y vecinos, analizar los hechos. Necesitamos para el 2021-2026 gente honesta, capaz, digna y preparada para gobernarnos y nos toca decidir a quiénes entregaremos nuestra confianza.
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