La Organización Internacional del Trabajo instaló el 12 de junio como el Día mundial contra el trabajo infantil en consonancia con sus convenios: el 138 sobre la edad mínima para el trabajo infantil y el 169, sobre las peores formas de explotación, ambos suscritos por el Estado peruano, entendiendo “trabajo infantil” como todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico.
¿Qué dicen al respecto los niños, niñas y adolescentes trabajadores organizados del Perú (NNATs)? En primer lugar, exigen que se les reconozca como tales, no quieren esconderse, no quieren ser perseguidos ni tratados como víctimas, porque se sienten orgullosos de contribuir a sus hogares. En ese sentido ¿Cómo erradicar aquella labor que los enorgullece y qué hace posible la sobrevivencia familiar? En segundo lugar, quieren que el Estado y la sociedad diferencie claramente lo que es el trabajo explotado del trabajo digno, porque en el amplio y confuso concepto que brinda la OIT, es trabajador el niño que vende en el mercado al lado de sus padres como el niño que es prostituido en las calles, y eso los indigna profundamente. Los niños y niñas prostituidos, explotados en la minería, en los talleres a puerta cerrada; o las niñas amadrinadas por alguna señora que las hace trabajar en su casa de sol a sol, son evidentemente situaciones de vulneración de derechos, incluso actos delictivos que deben ser perseguidos y penalizados.
Una vez reconocidos y aclarados los conceptos, los NNATs esperan que haya políticas de erradicación de ese trabajo explotador y políticas de protección a los que trabajan dignamente, y beneficiarse de servicios de salud y educación apropiados a su condición de trabajadores.
La pretendida protección a la infancia junto a las posturas erradicacionistas solo invisibiliza la realidad de nuestros niños, lejos de poner las fuerzas en perseguir a explotadores y delincuentes que mercantilizan sus cuerpos para obtener ganancias, pero además invisibiliza la lucha de las familias en las cuales los niños y niñas no son ajenos, sino coparticipes frente a la precariedad del empleo. Esto sin contar con los discursos que pretenden desconocer el lugar de los niños en las actividades agropecuarias, que hace partícipe a todos los miembros del hogar sin excepción en las labores de la chacra y el pastoreo, así como en el tejido, la cerámica, el arte y toda producción que los pueblos originarios generan para su consumo y el comercio ¿Cómo sostener estos modos de vida si se pretende exteriorizar a los niños de sus dinámicas familiares y culturales en nombre de la protección?
Hace falta debatir al respecto, pero sobre todo, hace falta escuchar la voz de los NNATs para quienes el 12 de junio, Día mundial contra el trabajo infantil, les resulta ofensivo. Una vez más los millones de dólares que se usan en estas campañas son los que hacen falta para protegerlos de la esclavitud y el crimen.
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