“El quechua será inmortal…” escribió Arguedas en 1965 en un Perú de mistis y pongos, en ese mismo Perú donde emergieron las luchas por la tierra, los nuevos movimientos indigenistas y las propuestas de educación para los pueblos más alejados. Esa oración profética enorgullece hoy a sus hablantes, pero también a aquellos que no hablamos esa lengua pero nos identificamos con la cultura quechua.
El censo de 2017 incluyó por primera vez una pregunta de autoidentificación étnica y los resultados arrojan que el 30 % se autoidentifica como parte de algún pueblo indígena u originario o de la población afroperuana. Un dato importante es que esta población está en todo el país, principalmente, en las zonas urbanas y que la mayoría, más de 5 millones de peruanos, se autoidentifica como quechua. En cuanto a la lengua materna, el 16 % de los mayores de 3 años aprendieron a hablar una de las 48 lenguas indígenas u originarias y es el quechua la segunda más hablada después del castellano con 3 millones 470 mil hablantes.
La lengua originaria ha sido el indicador más común para determinar la identidad étnica, pero no es el único. Cuando se cruza los resultados de la pregunta de autoidentificación y de lengua tenemos una lectura interesante en cuanto a los quechuas. La autoidentificación étnica se indagó según el sentimiento de identidad, las costumbres y los antepasados de los censados, y considerando eso tenemos 2 millones 280 mil personas que tienen al castellano como lengua materna, pero se identifican como quechuas. Es probable que haya diversas interpretaciones de estos resultados, me inclino a pensar que la Educación Intercultural Bilingüe (EIB), que tuvo un sostenido impulso desde el 2011 con énfasis en zonas andinas quechuas tuvo sus frutos, así como las leyes de promoción de lenguas originarias impulsadas desde la creación del Ministerio de Cultura…pero hay más.
Miles de jóvenes de pueblos originarios que accedieron a la educación superior a través de Beca 18 vienen cambiando el rostro de universidades e institutos superiores de Lima y otras ciudades. Su activa participación en el campus, a través de actividades académicas y culturales, y las experiencias y visión de sus pueblos que comparten en clases, enriquecen el aprendizaje y el diálogo intercultural.
Solo en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya son aproximadamente 450 becarios, de ellos 130 proceden de comunidades del sur andino y estudian la carrera de Educación Intercultural Bilingüe. Muchos de ellos y ellas son activistas que promueven la lengua y cultura quechua, se vinculan con estudiantes de otras universidades y organizaciones, enseñan quechua, producen textos y se hacen sentir en eventos nacionales e internacionales. Generan así una corriente de opinión en torno a la interculturalidad crítica, recordándonos que el “ser quechua” está lleno de sentidos: sus ancestros los habitan, son hijos de la pachamama (aquí o en su comunidad) y cuestionan la hegemonía de una sola forma de vivir la vida, de un solo tipo de ciencia, de un solo sistema de creencias que subalternizan y someten.
Estos jóvenes representan la dignidad del runa y a través de sus voces le hacen frente a la discriminación paralizante y silenciadora e invitan a sentirse y declararse quechua sin miedo.
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