Para empezar, la población peruana según el último censo asciende a 31.2 millones de personas; la población de China es de 1,386 millones de personas. Asimismo, mientras la producción peruana (PBI) asciende a aproximadamente US$ 211 miles de millones, la producción china supera los US$ 12,240 mil millones, es decir, la producción total de nuestro país, representa menos del 2% de la producción china. De hecho, China es el segundo país con mayor producción del mundo (después de Estados Unidos con US$ 19,390 miles de millones). Es decir, solo la economía China representa el 15% de la producción mundial; y junto con la economía estadounidense, cerca del 40% de la producción global.
En este contexto, ¿qué sucede cuando la economía China entra en un ciclo expansivo? Si, por ejemplo, China incrementa en 1% sus expectativas de crecimiento para este año, significa que podría producir aproximadamente US$ 120 mil millones adicionales (más de la mitad de nuestro PBI), y para producir, se requieren de insumos; muchos de estos insumos son materias primas importadas por China desde países como el Perú. Según datos de la SUNAT, solo el año 2017, las exportaciones a China superaron los US$ 11,600 millones, de los cuales casi US$ 10 mil millones fueron exportaciones de minerales y concentrados. Este escenario puede significar para nosotros un fuerte incremento de las exportaciones y por lo tanto, un aumento en la producción y del ingreso. El impacto es similar en magnitud si la economía China sufre una desaceleración, pero con efectos negativos para el Perú.
Durante la desaceleración China a mediados de esta década, el país lo acompañó con menores tasas de crecimiento. Para este año, las expectativas de crecimiento del país son cautas y están en función de, entre otros factores, una mayor certeza en el desempeño económicos de nuestros mayores socios comerciales (Estados Unidos y China), que se encuentran en medio de una guerra comercial.
Esto finalmente significa que el país es ciertamente vulnerable al entorno internacional, pero no determina el rumbo económico del país. Factores asociados a la demanda interna, como el consumo interno, la inversión privada y el gasto público, son igualmente relevantes en la dinámica económica del país. En el largo plazo, la diversificación de nuestros socios comerciales y de nuestros sectores productivos son obligatorias; estos deben orientarse a productos de mayor valor agregado, para lograr orientar la tendencia hacia un crecimiento menos volátil y más sostenido.
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