Llegar al aeropuerto Oliver Tambo, en Johannesburgo, capital de Sudáfrica, nos tardó casi quince horas desde Lima con una parada en Sao Paulo. Oliver Tambo, el nombre que el aeropuerto recibe en el 2005, es del abogado, político y amigo cercano de Nelson Mandela que luchó contra el apartheid en este país.
Pero nuestro destino final, el bosque sudafricano, apenas comenzaba. Tomamos un avión que nos llevaría al aeropuerto de Skukuza y luego una avioneta de diez personas hacia la reserva Phinda, ubicada en la provincia de Kwazulu Natal. Hluhluwe es la ciudad más cercana a la reserva natural privada que tiene casi 300 mil hectáreas.
En Sudáfrica existen muchas reservas naturales públicas y privadas. En estas últimas cientos de lodges u hoteles pequeños ofrecen a los turistas gran variedad de excursiones o safaris. La reserva nacional de Krueger es la más extensa en este país y desde el 2000 no existen cercos que separan las propiedades y los animales pueden trasladarse libremente en esta importante área de conservación.
Al sur de Sudáfrica existen muchas otras reservas como Phinda. Esta ofrece seis distintos logdes y beneficia directamente a cinco comunidades zulus dándoles a cientos de personas locales la posibilidad de trabajar en la cadena hotelera que tiene lodges en Asia y Sudáfrica.
Es el caso de Chris Mathenywa quien trabaja hace mas de siete años como ‘tracker’ o buscador de huellas de animales. Él vive en una de las comunidades zulus que colindan con la reserva. Y fue quien después de tres horas de búsqueda encontró junto con la joven guía y conductora de la camioneta, Sara Eichstadt, un rinoceronte negro.
Después de encontrar las huellas del rinoceronte negro, ambos se internaron en el bosque. Sarah y Chris ingresaron con un rifle calibre 375 y machete en mano respectivamente. Era el último día de excursión y entrando al atardecer logramos ver este impactante animal comiendo apaciblemente hojas de los árboles.
El equipo anti-cacería de Phinda había extraído el cuerno al animal para evitar que cazadores ilegales lo maten. La reserva natural Mkuzu, que queda al norte de Phinda, es propiedad del gobierno y no cuenta con tanta seguridad para evitar la caza de este y otros animales, así lo explica Eichstadt.
El cuerno de este animal es muy cotizado sobre todo en los países asiáticos y es conocido por sus beneficios medicinales y afrodisiacos. Si bien no hay estudios serios que avalen esto, la caza de rinocerontes persiste en el mundo. Este animal se encuentra en extinción. Se calcula que en su estado salvaje hay cuatro mil rinocerontes negros y en esta reserva natural el número podría apenas superar los veinte. “El cuerno del rinoceronte es el producto más caro en el mundo” explica Sara Eichstadt, la joven guía del safari.
En casi cuatro días de safari logramos ver leopardos, elefantes, rinocerontes blancos y negros, hipopótamos y leones. Estos son los cinco animales más peligrosos para cazar. También vimos incluso dentro de las instalaciones del lodge nyalas, impalas, así como una jirafa. También vimos cebras y otras especies propias de la zona como suni, gnúes, búfalos, jabalíes, entre otras especies.
Una de las cosas más impactantes fue ver durante el día a dos hermanos chitas devorando un nyala macho de más de cien kilos. Las chitas son animales salvajes que permanecen juntos toda su vida solo cuando son machos y están en edad madura. Luego de saciarse, las chitas se lamían una a la otra para quitarse los restos de sangre de la cara.
Como parte del viaje, decidimos mi esposo y yo visitar una de las comunidades zulus llamada Mduku donde la fundación África ha implementado con ayuda privada y del gobierno un colegio para niños con habilidades especiales, una guardería, un colegio de primaria y secundaria, una clínica y un mercado de artesanías donde ofrecen a los turistas artículos hechos a mano.
“Los valores de la compañía son el cuidado de la vida salvaje, el cuidado de la tierra y el cuidado de las personas. Estos son los tres pilares de la empresa” explica Eichstadt, quien señala que hay más de 400 personas que trabajan en los seis hoteles de esta reserva. La mayoría de los trabajadores pertenecen a las comunidades.
Chris Mantenywa, que nos acompañó durante gran parte del safari buscando huellas de animales, comentó durante un desayuno en medio del bosque que para comprometerse con su novia según la costumbre zulu había entregado a la familia de esta la dote respectiva que consiste en once vacas.
Sgidi es el nombre zulu de Chris que significa hombre valiente. Él y su novia, que también trabaja en el lodge, tienen planeado casarse en un año. Para ese día especial ambos irán vestidos con traje típico de leopardo, piel muy valorada por las comunidades locales.
Por otra parte, Sarah, nuestra guía, nos comentó lo común que los turistas elijan este destino para comprometerse o celebrar su luna de miel. De hecho, coincidimos en la camioneta de seis personas con dos parejas de recién casados, una norteamericana y otra mexicana, que celebraban su luna de miel. Cabe señalar que este destino es más visitado por americanos, europeos y por último australianos.
Es muy interesante ver cómo Sara y Chris trabajan en equipo y se afanan para encontrar y mostrarle a los turistas una gran variedad de animales en estado salvaje. Esta expresión de amistad entre distintas razas es un signo de esperanza frente al racismo y una consecuencia del fin del apartheid hace mas de veinte años en Sudáfrica.
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