Si bien la pandemia nos ha mantenido en casa, nadie puede negar que la cruz está presente en nuestras ciudades de distintas maneras. La vemos erguida en calles, plazas y parques, en cerros, al borde del camino en carreteras y en los límites de la ciudad. La vemos no solo en iglesias, sino en hospitales y clínicas.
Está muchas veces colgada en el retrovisor de los taxis y buses junto a algún detente o estampa. Cómo no recordar la devoción al Señor de los Milagros, una de las cruces a la que más peruanos han rezado en el Perú y en el extranjero. Ministros de estado, congresistas y figuras públicas juramentan ante la cruz.
No en vano este 3 de mayo se celebra en el Perú la devoción a la Santa Cruz. Una fecha que ha pasado algo desapercibida en el escenario público de nuestro país, bastante inquieto por la coyuntura política. Sin embargo, la cruz está muy arraigada en las costumbres y prácticas cotidianas del peruano.
La señal de la cruz fue una de las primeras costumbres que aprendimos de nuestras abuelos o padres. Niños, jóvenes, adultos y ancianos se persignan en diversas ocasiones. Cómo no recordar a un futbolista hacerlo antes de salir a la cancha a jugar un decisivo partido o después de lograr un gol.
Antes de la muerte y resurrección de Jesucristo, la cruz era símbolo de vergüenza y maldición, pues representaba una muerte destinada para los peores criminales. Hoy, sabemos que la cruz es signo de redención, que no solo nos protege del mal o del daño, sino que nos ayuda a darle un sentido mayor al sufrimiento.
Al mirar la cruz, vemos junto a Jesús a su madre, la Virgen María. Que en estas fechas próximas en que recordamos a nuestras madres y honramos la labor de todas las madres que con sacrificio y amor se entregan por sus hijos, elevemos una oración a la virgen, reina y madre, para que interceda por nosotros.
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