Desde hace más de tres décadas, en EEUU hay un debate interminable en el mundo de la investigación: ¿a ellos también les pegan sus parejas? Y se da en ese país no porque sea distinto del resto, sino solo porque ahí se investiga más. ¿Ellos pegan con más frecuencia que ellas o es al revés? Ha habido muchas investigaciones sobre este tema, no todas buenas, que se ha denominado “gender symetry in domestic violence” (simetría de género en la violencia doméstica).
Los estudios sobre el tema han dado cuenta que a ellos los agreden sus parejas tanta o más frecuencia. Sin embargo, la gran crítica a los estudios que señalan la simetría en la agresiones de pareja es que suelen dejar de lado la mirada crítica al “cómo se mide” la violencia y a lo que “deja de medirse”. Además, hay un problema en las muestras que se emplean (estudios clínicos o basados en población general) y en la generalización que pretende hacerse de esas muestras.
La crítica metodológica no es la única. Muchos de los estudios sobre simetría de género en la violencia de pareja señalan que el porcentaje de hombres que agredieron físicamente a mujeres es igual al porcentaje de mujeres que agredieron físicamente a hombres. Si bien en el contexto de EEUU parece haber gender symmetry, al mismo tiempo obvia algo central: Si bien puede haber simetría en la proporción de ellos o ellas que agreden a la otra parte, lo cierto es que no hay simetría en la frecuencia, severidad ni impacto de las agresiones. Los hombres agreden con más frecuencia, más severidad y con mayores consecuencias.
Además, las agresiones de ellas a ellos suelen tener mucho menos escalamiento (violencia que crece en el tiempo). Cuando ellos agreden, con mayor frecuencia hay progresión: golpes menores, golpes mayores, agresiones muy severas, asesinato (por supuesto, no toda violencia escala a tanto).
¿Y en Perú? Hay muy pocos datos. Solo hay pistas con limitaciones, pero algo sugieren.
En el 2008, el INEI aplicó un módulo adicional en la Endes (Encuesta de Demografía y Salud Familiar). Estuvo destinado a registrar agresiones que perpetraban los hombres o agresiones que ellos mismos recibían de parte de su pareja. ¿Qué dicen los resultados? Parece no haber simetría.
El 34% de hombres agredió físicamente alguna vez a su pareja (el porcentaje es similar al que reporta la Endes al preguntarle a las mujeres si fueron agredidas por su pareja), pero menos de la mitad del total de hombres encuestados (14%) fue agredido psicológica o físicamente alguna vez por su pareja mujer.
La violencia es básicamente unidireccional (de él hacia ella). Uno de cada tres hombres señala que en su relación él ha agredido alguna vez pero también ha sido objeto de agresiones en algún momento.
¿Y qué hay de los hombres que solo son objeto de agresiones (psicológicas o físicas) sin que ellos la ejerzan? Es el caso de 7 de cada 100 hombres agredidos por su pareja. La proporción no es menor. Y, seamos justos, los servicios de atención contra la violencia – con todos los problemas que tienen – están diseñados para atender a las mujeres pero no están preparados en igual magnitud para atender a los hombres bajo violencia.
En resumen, lo que señalan todas estas cifras es que en el contexto de pareja, el Perú tiene una mayor proporción de hombres que agreden a sus parejas que mujeres que los agreden a ellos. Cualquier debate que lo niegue debe tener mejores argumentos que las cifras acá citadas.
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