Veamos el bosque, no el árbol. La violencia letal contra las mujeres y la violencia física reciente (en los últimos 12 meses) ejercida por la pareja parecen estar asociadas. Hay cuatro pistas que sería bueno que sean retomadas por la academia.
En primer lugar, tanto los feminicidios (Registro del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables) como la violencia física reciente (Encuesta Nacional de Demografía y Salud Familiar) comparten variaciones. Desde el 2009 la prevalencia de violencia física reciente ha tenido un comportamiento similar al de los feminicidios. Cuando uno ha aumentado, el otro también. Cuando el otro ha caído, el segundo ha seguido esa ruta.
En segundo lugar, las variaciones de ambas variables tienen intensidad distinta. Si bien se han movido en forma similar, lo han hecho con fuerza diferente. Los feminicidios han variado con mucho más intensidad. Tantos sus reducciones como aumentos más fuertes han oscilado entre -11.8% y 56.1%. En cambio, la violencia física reciente ha variado entre -14.7% y 8.3%.
En tercer lugar, si bien sus variaciones son de intensidad distinta, muestran cierto grado de sincronización. Esto se aprecia con claridad en el gráfico 1.
En cuarto lugar, esa sincronización tiene un desfase de un año. Primero se mueve la tasa nacional de feminicidios y al año siguiente parece reaccionar la violencia física en el mismo sentido (mas no intensidad), sea hacia arriba o hacia abajo. Para verlo en forma más clara, podemos alterar el gráfico 1 y hacer que la serie de datos de violencia física reciente retroceda un año (Gráfico 2). Ahí, la sincronización es mucho más clara, aunque con la salvedad que se trata de diferentes intensidades de variación. Igual, no deja de sorprender.
En una columna anterior, comenté un estudio español que halló que la difusión de noticias sobre feminicidios en medios de comunicación estaba asociada a que en días posteriores aparezcan más feminicidios. En el caso que acá comentamos, parecería haber un efecto similar: el número de feminicidios del año anterior parece estar asociado a un mayor ejercicio de violencia física durante el año siguiente.
Desde mi punto de vista, son al menos dos las posibles explicaciones para esta aparente relación entre las tasas nacionales de feminicidio y violencia física reciente.
Primero, el efecto espejo. En línea con el estudio de España al que me refería arriba, algunos hombres podrían sentirse motivados a agredir a su pareja, mas no letalmente, porque se enteran de que hay más hombres que lo hacen. Esa motivación aparecería como consecuencia de haberse percatado de un aumento de feminicidios. ¿Cómo se dan cuenta de algo así? Porque los medios los difunden masivamente, haciendo énfasis amarillista en la noticia, o simplemente repitiendo y repitiendo la noticia hasta el cansancio.
Segundo, el efecto venganza. A más respuesta ciudadana feminista, más agresiones en lo individual. En el Perú, los feminicidios han inyectado fuerza tanto al activismo de cantera (desde organizaciones de la sociedad civil, esencialmente las feministas) como a lo que acá llamaré el activismo “sin militancia”, es decir, ejercido desde fuera de alguna organización cuyo fin sea la defensa explícita de los derechos de las mujeres. Como en todo status quo, los avances en su contra generan quiebres. En este caso, el sistema patriarcal que nutre, entre otros factores, a la violencia contra las mujeres ha visto en este activismo ciudadana una amenaza. Pero como los agresores de mujeres no están agremiados, sus respuestas se trasladan desde el sistema hacia el individuo.
En buen cristiano, la difusión de la respuesta ciudadana feminista y su rebote en medios de comunicación, redes sociales, amigos y familiares, y otros espacios ha generado mensajes ubicuos que son tomados como amenazas por hombres violentos o con potencial de serlo. Esos mensajes se multiplican luego de épocas de crecida de feminicidios y languidecen en su ausencia. Y con ese mismo ritmo, envalentonan y les restan incentivos a esos agresores.
Me queda claro que el problema no es la falta de leyes. Atentos a los congresistas postulantes. El problema es de sociedad, machismo y masculinidades.
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