RPP Noticias conversó con la poeta Roxana Crisólogo sobre su último libro "Kauneus (la belleza)", publicado gracias a una beca del Ministerio de Cultura.
A Lima, nuestra capital, le han puesto diversos motes: la gris, la horrible, la sin lágrimas. Una serie de calificativos que se han convertido en un lugar común contra el cual la poeta Roxana Crisólogo decidió oponerse y construir un libro bajo la idea de que Lima "tiene su propia belleza".
De estas impresiones iniciales surgió "Kauneus (la belleza)", el último poemario que la activista cultural publicó bajo el sello Intermezzo Tropical, gracias a una beca del Ministerio de Cultura. En estas páginas aparece una Lima de los recuerdos que, frente a ciudades europeas, sirve como una excusa para interpelar los cánones que dictan lo bello.
A través de sus versos, Roxana Crisólogo también retrata las urgencias de una madre y su hija por resistir los embates de la realidad al mismo tiempo que batallan con sus conflictos interiores para encontrar su propia armonía. "Madre se acurruca el futuro en las espaldas / lo acomoda en una cajita de leche / aprenderá que en Lima se sufre para triunfar", escribió en un poema.
En conversación con RPP Noticias, la poeta que actualmente reside en Finlandia evaluó los matices que componen la belleza y definió cómo la migración ha sido el combustible para crear sus versos que no dan tregua a ningún entorno por poco feroz que parezca.
Uno de los temas constantes en "Kauneus (la belleza)" es el viaje. De hecho hay un poema titulado así. ¿Cuánto ha marcado tu condición migrante tu trabajo con la poesía?
Muchísimo. Desde pequeña, sabía que nuestra familia venía desde Cajamarca. Decíamos: 'Sí, es tan hermoso el pueblo de mi padre, pero ahí no se puede estudiar ni nada'. Esa idea de que estamos migrando, que nos atrevemos a salir del lugar para buscar mejores condiciones de vida, somos osados, es parte de esa picardía del migrante peruano. Yo salgo, camino, me voy, me atrevo. Eso ha marcado mi vida cuando tuve que quedarme a vivir en Finlandia. Fue muy desafiante adaptarse. El sistema es totalmente opuesto, como cambiarse de chip, y se necesita valor para quedarse en países como este. Todo está muy planificado, organizado, y tienes que deconstruirte para volver a encajar.
Existe un juego de espejos entre las ciudades por las que se desplaza esta voz poética de tu libro y la Lima a la que siempre recuerda. ¿Qué contrastes te interesaba resaltar al observar estas dos realidades?
Europa no es tan limpia. En el Perú, se piensa que solo aquí hay crisis de refugiados con los venezolanos, pero en Europa ya hace seis años hay una crisis similar y muy aguda debido a la guerra del Medio Oriente, sumada con la pobreza y gobiernos no democráticos del África, que ha empujado a que mucha gente camine, tome las balsas y cruce a Italia. No hay un lugar perfecto. Esa idea de la belleza perfecta la relativizo con este juego de espejos. Juego con todos esos escenarios de esta gente que está transitando en busca de algo, pero no lo hallan. En mi caso, resuelvo eso diciendo que mi ciudad y mis recuerdos, quizás, son lo más cercano a la belleza. San Juan de Miraflores, Lima, quedarme dormida en un bus y acercarme a las lucecitas pequeñas del distrito cuando paso por Chorrillos... es fascinante. Rescato esas cosas y nadie me dirá que esto debe ser como París.
También existe una exploración sobre un vínculo entre madre e hija, que puede ser tirante, por decir lo menos, pero encuentra cierta unión en el desplazamiento. "No olvides los consejos de tu madre / tú que la viste correr de un control de inmigración a otro", dice un verso.
Todo lo que cuento en los poemas, porque mis poemas son como narraciones, como un diario de viaje, es verdad. Eso le dije a mi hija. Ella tiene un pasaporte finlandés y jamás en el aeropuerto le van a decir: 'oye, espera, atrás', justo en la cola donde te registran para saber si llevas cocaína o si tus papeles son auténticos. Esa es la tragedia del pasaporte peruano. Suelo decirle que se acuerde del privilegio que tenga ese pasaporte [finlandés]. Es la carga que tenemos como peruanos.
Y aparte de peruanos, también hay una carga por tu género que se evidencia en el poemario. ¿Ha sido muy influyente tu perspectiva feminista al componer "Kauneus (la belleza)"?
Hay una perspectiva feminista muy fuerte. Cuando empiezo a escribir este libro, lo que recopilo son los viajes que hago sola. Para una mujer, en mi condición inmigrante, aun si tengo un pasaporte finlandés, me van a llamar india o chola si me voy a Latinoamérica. Siempre hay un peligro: por qué viajas sola. Fue parte de mi locura hacer estos viajes a solas para ver qué pasaba, cómo me iba relacionando con el mundo, con los hombres, con la gente. Hice algunos viajes a Marruecos, a Palestina, que fue el más importante. Siempre me preguntaban dónde está tu esposo y les enseñaba mi Mastercard (risas). El racismo que existe en Europa no es tan diferente del que existe en Latinoamérica y Perú. Hay una efervescencia de grupos nacionalistas y neonazis; en Finlandia, por ejemplo, ahora que en junio habrá elecciones municipales, hay un partido de los auténticos finlandeses. Lo cual no quiere decir que no hayan partidos que hagan la balanza, pero existe un auge de estos grupos que le echan la culpa al inmigrante.
El viaje y el desplazamiento es recurrente en tu libro, pero también el tránsito interior, que incluye una interpelación a la belleza. ¿Puede la crudeza, lo que solemos denominar vulgar, ser bello?
Yo me cuestiono mucho lo que es bello. Vivo en un lugar del que dicen que es uno de los más bellos o felices, pero yo no lo creo. Creo que es un lugar donde la gente parece más triste; sin embargo, los servicios básicos existen acá, funcionan. En Perú la gente está enferma y bailando en la calle. Para mí, pensar en qué es bello tiene que estar relacionado con la felicidad. Por eso vuelvo mucho a esos recuerdos de niñez. No quiero romantizar la pobreza y la precariedad, pero quiero decir que emotivamente, cada texto tiene una crítica social muy fuerte. Soy medio amenazante, pero estoy rescatando aquellos pasajes que considero hermosos, porque son parte de lo que somos nosotros. Crecí en un desierto, no había agua y sí muchas limitaciones, pero también me gustaba el paisaje, los pelícanos, lo gris. Hay que amar las cosas de uno tal y como son.
Incluso hay un verso que dice: "Algunos de los grafitis que dejé en mi ciudad deberían tener una pared aquí"
No tiene sentido comparar Helsinki con Lima, pero después de haber vivido tanto tiempo fuera y haber conocido tantas ciudades, yo digo que Lima es bella dentro de su particularidad. Esta cuestión física de cómo luce —que el cielo es panza de burro, el mar agresivo y sin luz— es bello, ¿no? Es otra belleza, simplemente.
Y es bello también resistir, la condición del migrante es un relato constante de resistencia. En tu libro, hay unos versos que lo sintetizan: "en sí todos nos disfrazamos y huimos para empezar de nuevo / y nos preparamos para la sopa / para la noche para triunfar".
Claro. Eso justamente. Esa parte es del futuro. Tenemos que resistir y triunfar, finalmente. Porque es el espíritu del migrante: uno migra para triunfar y tienes que hacer todo lo que puedas, lo que implica una mejor vida. Obviamente, mereces un salario digno, ser respetado, no ser discriminado... No se puede decir que es imposible. Al menos en la poesía, es posible.
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