Obra recoge el encanto y la elegancia de una de las actrices más admiradas de Hollywood y una de las engreídas de la moda desde siempre.
Audrey Hepburn encarna a la perfección la elegancia de una mujer con el encanto francés y el estilo americano, sin ser ni la una ni la otra. Y ese misterioso maridaje de sofisticación y excentricidad se analiza en el libro "Audrey en Roma".
El personal e irrepetible estilo de la actriz lo estudia Ludovica Damiani y Luca Dotti, este último hijo de la protagonista de "The sun"s story", a través de tres décadas, años en los que Audrey lució como nadie el mítico vestido negro de Channel, los pantalones tobilleros y las vistosas gafas tamaño XXL.
En los años cincuenta, la diva del cine representa el estándar de una elegancia internacional rompiendo moldes y exaltando nuevos cánones de belleza con una mezcla de "glamour" desenfrenado y modestia que desarma.
En esos años, la protagonista de "War and peace" se encuentra en la cima de su carrera y abandera un "look" refinado y púdico: vestidos por debajo de la rodilla que rozan la pantorrilla.
Su legendaria delgadez, que desprendía una sensualidad adolescente, y sus hermosos ojos vuelven locos a hombre y mujeres, todas la desean y admiran.
Tanto de viaje como de paseo, en esa época, Audrey Hepburn siempre luce espléndida con guantes de piel, abrigos de capa, trajes sastre y zapatos de tacón.
Hubert de Givenchy se convierte en su modisto de cabecera y confecciona prendas para completar a la mujer que ella representa en la vida y en el trabajo: "Me siento protegida cuando me pongo tus prendas", le decía a Givenchy.
La actriz en cada una de sus salidas dicta tendencia y pone de moda el bolso cesta. "Poco cómodo, pero sin duda elegante. Mi madre lo lucía con abrigos de pieles o con sastres veraniegos", cuenta en el libro Luca Dotti.
Este accesorio ha sido una constante en el guardarropa de la diva, hasta el extremo de ser imitado por las principales casas de moda del mundo. A lo largo de los años coleccionó varios tipos de cestos y al final de su vida sencillamente lo utilizaba para recoger rosas de los jardines de su casa La Paisible, en Suiza.
La mirada de la diva cambió tras el rodaje del filme "Breakfast at Tiffany"s" cuando apareció con unas enormes gafas oscuras. "En ese momento la actriz invento nuevas reglas de seducción en las que primaba el misterio, el estilo y el humor", cuenta su hijo en el libro editado por Grijalbo.
Además de la decena de pares de bailarinas de colores, la actriz atesoraba innumerables mocasines, zapato plano de corte masculino que solía combinar con suéter negro, pantalones por encima del tobillo, "un estilo a medio camino entre el "preppy" americano y la "gamine" francesa".
Ya en los sesenta, Audrey Hepburn, en claro contraste con las formas explosivas de Sofía Loren o Gina Lollobrigida, se muestra menos sensual y más misteriosa.
A mediados de esa década, la diva de Hollywood luce minifalda, la silueta "a-line" para vestidos y abrigo y los estampados de Emilio Pucci, así como los zapatos de punta cuadrada y el flequillo cuadrado.
"Audrey con esa estética también podría ser una adolescente en un concierto de los Beatles, sin embargo, tenía una elegancia más disciplinada, alejada del desorden y la provocación", puntualiza Dotti.
Hubert de Givenchy hizo del guardarropa de Audrey el signo distintivo de una nueva mujer: irónica e intelectualmente provocativa. Con el filme "Breakfast at Tiffany"s", el vestido negro de cóctel conjuntado con un collar de perlas se convirtió en sinónimo del nuevo lujo y de un estilo de vida internacional.
En los años 70, Audrey Hepburn, que ya no es una jovencita, sigue la moda y reinterpreta un "look" hiperfemenino con apuntes andróginos, al mismo tiempo que hace gala de un refinamiento gracias al sublime pret-á-porter de Yves Saint Laurent, Valentino y el siempre presente Gyvenchy.
Es la época de los abrigos maxi con cinturón, botas estrechas, mantones, pantalones campana y, en lugar de sombrero, pañuelo, además de prendas con apunte de la moda hippy como los volantes, las flores y los flecos.
Alejada de los escenarios, la actriz, casada primero con Mel Ferrer y más tardes con Adrea Dotti, se dedicó por entero a su papel de esposa y madre junto a sus hijos Sean Ferrer y Luca Dotti.
Y, a pesar de su enfermiza timidez, demostró al mundo que se puede ser una mujer de gran estilo incluso paseando a su perro, haciendo la compra o leyendo el periódico.
EFE
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