El mundo recuerda a una maestra de la sofisticación francesa en un país que empezaba a descubrir los congelados y la comida rápida.
Cuando los Estados Unidos se enamoró de la televisión, Julia Child, una mujer de voz infantil y altura asombrosa, usó la pequeña pantalla para impulsar la buena cocina en un país que no la olvida, 100 años después de su nacimiento.
Casada con un diplomático, Julia no descubrió su pasión por la cocina hasta que probó un lenguado a la Meunière en 1948.
Fue toda una revelación que la llevó a convertirse en los años 60 en una de las primeras cocineras televisivas de EE.UU., una maestra de la sofisticación francesa en un país que empezaba a descubrir los congelados y la comida rápida.
Cien años después de su nacimiento en 1912 y ocho después de su muerte en 2004, los estadounidenses no han perdido su apetito por las recetas y la vibrante personalidad de Child, inmortalizada por Meryl Streep en la película "Julie & Julia" (2009).
Menús especiales en cien restaurantes de los Estados Unidos, una nueva biografía y una retrospectiva televisiva son algunas de las actividades que marcan el centenario de una mujer cuyo primer libro, "Mastering the art of french cooking" (Perfeccionando el arte de la cocina francesa), se convirtió en un apoyo imprescindible para varias generaciones.
La cocina de su casa de Cambridge (Masachusets), en la que filmó sus últimos programas televisivos, se expone en el Museo de Historia Estadounidense de Washington, tras ocho meses de reforma para ampliar el espacio de una atracción que mantiene a sus visitantes ensimismados en los cacharros y los programas de Julia.
"Era una fuerza de cambio muy significativa, que incitaba a la gente a probar cosas diferentes, a aprender cosas nuevas, y sobre todo, a disfrutar de los placeres de la mesa, con familia y amigos", dijo a Efe la comisaria de la exposición, Paula Johnson.
Bajo la apariencia glamurosa de sus recetas francesas, Child buscaba transmitir la importancia de usar alimentos frescos, con una atención a la selección de los ingredientes que, cuarenta años después, ha dado pie a la fiebre por la comida orgánica.
Pero lo que verdaderamente hacía que el público de los 60 y 70 tomaran nota de sus recetas era, según su biógrafo Bob Spitz, su naturalidad y su eterna disposición a reírse de sí misma.
"Cuando Child trataba de dar la vuelta a una tortita y se le caía la mitad en el fogón, la devolvía a la sartén y decía a los espectadores: "Si están solos en la cocina, siempre podéis recogerla. ¿Quién se va a enterar?", escribe Spitz en su nueva biografía "Dearie", que llega hoy a las librerías del país.
El teléfono de Child, expuesto en la cocina del museo, sonaba sin parar cada año en Acción de Gracias, cuando miles de personas buscaban su número en el listín telefónico para hacerle preguntas sobre cómo cocinar el pavo, a las que ella respondía "sin descanso", según Spitz.
Antes de tomar clases de cocina en "Le Cordon Bleu" de París, la comida era poco más que un "combustible" para Child, que también se convirtió en un ejemplo para los artistas tardíos de muchas disciplinas, de acuerdo con Spitz.
La cocinera, famosa también por su relación con los espías de la Guerra Fría dentro de la ya disuelta Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, por su sigla en inglés), abogó además por la moderación en un país donde las porciones de los restaurantes le parecían "enormes".
Pese a sus cuatro décadas de experiencia en televisión, su medalla de la Legión de Honor francesa y la creación de una fundación para la excelencia culinaria, Child no empezó a verse como pionera hasta el final de su vida.
"Fui la persona correcta en el momento correcto", resumió en una entrevista en el Instituto Culinario Estadounidense en 1990.
EFE
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