La gran musa de los 90 explicó por qué abandonó las pasarelas.
La siempre provocadora Kate Moss sigue siendo una de las modelos más populares entre los grandes diseñadores y las firmas de cosméticos más exclusivas del mercado, por lo que en 20 años no ha dejado de explotar su popularidad participando en un sinfín de campañas publicitarias o sesiones de fotos para las revistas especializadas en moda.
Sin embargo, hace mucho que la controvertida británica tomó la decisión de apartarse definitivamente de los desfiles que la catapultaron al estrellato en la década de los años 90, una desaparición del mundo de las pasarelas que solo puede explicarse por el exceso de profesionalidad que, a su juicio, define actualmente a las nuevas generaciones de modelos.
"Todavía me divierto mucho cuando me pongo delante de la cámara en una sesión de fotos, pero ya no me interesan los desfiles de moda. Creo que la última vez que pisé una pasarela, pedí una copa de champán y me dijeron que no había alcohol en todo el recinto. Me enfadé muchísimo y dije que ya no volvería a desfilar. Además, estamos hablando de un sector que ha cambiado mucho y que no tiene nada que ver con el de mis tiempos. Ahora las chicas se levantan a las seis de la mañana para nadar y son demasiado sanas", reveló al diario canadiense The Globe and Mail.
A nadie debería sorprenderle a estas alturas que Kate Moss hable con tanta franqueza sobre su faceta más hedonista, teniendo en cuenta que la maniquí siempre ha reconocido que le encanta sacar el máximo partido a la vida nocturna de todas las ciudades que visita. Tan es así, que ahora asegura que lo que más ha valorado siempre de su trabajo es la oportunidad de "divertirse" haciendo lo que le gustaba, dejando de lado la competitividad y la ambición que tradicionalmente se asociaban al mundo de la moda.
"Creo que cuando era joven tenía siempre esa sensación de que era toda una afortunada al no haberme quedado estancada en Croydon [barrio de la periferia de Londres]. Siempre tuve muy claro que no tenía nada que perder en esta industria y que, aunque todo me fuera mal, al menos habría disfrutado de una nueva experiencia. Nunca fui demasiado ambiciosa en ese sentido, solo trataba de sacar lo mejor de mí y esperar los resultados. Jamás he sido perezosa, pero tampoco me sentía excesivamente frustrada si no me salía un trabajo. Para mí lo importante siempre fue divertirme", explica al mismo medio, antes de ejemplificar su postura con la "sorpresa" que todavía le genera recibir ofertas de trabajo a sus 42 años.
"Todos los años me digo: 'Dejarán de llamarme algún día'. Y luego me doy cuenta de que les sigo gustando y de que no he perdido mi toque especial. Este tipo de cosas todavía me sorprenden, así que bastante contenta estoy de seguir trabajando", expresó.
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