El delantero de la Selección Peruana dio muestras de desprendimiento en Quito. Dejó de lado su voracidad por el gol para poner por delante la salud del colectivo. Un todocampista.
Al único futbolista en el campo que históricamente se le tolera ser “egoísta” es al centrodelantero. Y es probable que en algunas ocasiones deba serlo, sin embargo, la actuación resaltante de Gianluca Lapadula el martes en Quito dista mucho de aquel dicho.
Si hay algo que no fue el atacante del Benevento, es “egoísta”. Solidario, esforzado e inteligente para decidir qué hacer en situaciones extremas. Con lectura para aprovechar los espacios libres y con un corazón del tamaño del Rodrigo Paz Delgado.
El partido de Gianluca Lapadula en Ecuador ha sido conmovedor y de consolidación. Tuvo de todo. Fue el primer defensor de Perú para tapar las salidas de Arreaga y Arboleda. Se retrasó y fue más estructural para involucrarse en la construcción. Finalizó cuando la jugada pedía hacerlo, en otras, dejó de lado su voracidad por el gol para jugar en función de equipo.
Tras su buena presentación evitemos ponerlo en lugar de otro. No es Lapadula por Paolo Guerrero. No es Lapadula por Raúl Ruidíaz. Es Lapadula con Paolo. Es Lapadula con Ruidíaz. Mientras más y mejores opciones de dónde escoger tenga Ricardo Gareca es beneficioso para fortalecer esa ilusión y ese aire que nos hemos tomado en Quito.
Los números de Gianluca Lapadula
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