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Colin Farrell y Ed Harris, personajes en busca de un autor llamado Weir

Foto: Difusi
Foto: Difusi

Reconocidos actores participan en filme The Way Back que narra una fuga por más de 6.000 kilómetros de redención y reconciliación con la naturaleza humana.

Contaban con la dureza física, la hondura espiritual y las ganas de ser desafiados, pero a Ed Harris y Colin Farrell les faltaba un director que les pusiera contra las cuerdas: entonces apareció Peter Weir, que les llevó a traspasar sus propios límites en la película épica "The Way Back"

La necesidad de escapar de una vida ajena vuelve a tejer la obra de Weir, que ha elegido a Harris, Farrell y Jim Sturgess para afrontar una fuga de un gulag siberiano y una ruta de más de 6.000 kilómetros de redención y reconciliación con la naturaleza humana.

Soportar un frío y un calor extremos, que incluso hacían perder el sentido de la realidad, y hacer frente a personajes que callan más de lo que dicen y contienen más dolor del soportable sólo avivó el entusiasmo de Ed Harris y Colin Farrell.

"La oportunidad de trabajar con Peter Weir de nuevo -tras "The Truman Show"- me resultó, en un principio, más fascinante que el propio personaje", ha reconocido Harris en una entrevista con Efe en Madrid para promocionar la película, que se estrenará a comienzos del próximo año en todo el mundo.

De nuevo, encontramos a un Harris atormentado que, interpretando a un estadounidense atrapado en Siberia, pelea más contra sus demonios que frente los elementos de la naturaleza.

"No creo que el tormento sea necesario a la hora de elegir un papel, pero el hecho de que esta película me planteara una lucha tanto física como espiritual me hizo involucrarme con mayor profundidad (...) Encontré sugerente el hecho de que tratara sobre la supervivencia y sobre intentar poner en marcha cosas partiendo de la nada", ha explicado.

Al veterano actor estadounidense también le sedujo "un periodo muy interesante de la historia" -la Segunda Guerra Mundial abordada desde la realidad soviética- y también que se ofreciera la verdad de unos acontecimientos basados en hechos reales.

Farrell, por su parte, ansiaba un desafío: "Desde la primera línea del guión sentí que Valka -su personaje- era muy distinto a cualquier cosa a la que yo me hubiera aproximado y supe que me llevaría mucho trabajo. La oportunidad de caminar por esa vida de la mano de Peter Weir me resultó increíblemente atractiva".

Farrell nunca había tenido contacto con Rusia ni había abordado un personaje con un esquema mental parecido a Valka, un mercenario que, pese a pelear por la supervivencia, no lucha por la libertad.

"Realmente la libertad no es la opción que desea. Es una locura tan extraña interpretar a un personaje que escapa de un gulag (campo de trabajo soviético) pero no desea en absoluto ser libre... Sólo quiere sobrevivir", ha asegurado.

Para Farrell, el espíritu de Valka está muy lejos de su bienestar emocional porque vive el mundo del ahora, "un universo muy físico en el que no hay sitio para el corazón, sólo para la cabeza".

El reto no sólo consistió en comprender a su personaje, sino en afrontar un rodaje en condiciones climatológicas hostiles.

"Hubo un par de días en los que la línea entre la ficción y la realidad se borró durante unos instantes, sólo un par de momentos en los que la fatiga era tan real y el frío tan penetrante que uno olvidaba fácilmente que la cámara estaba ahí", ha apuntado.

Para soportar esas condiciones de "dificultad, desasosiego y esfuerzo", el actor irlandés debía recordarse por qué estaba contando esa historia y que su experiencia no era comparable con la sufrida por los personajes reales.

Esa demanda física motivó a Ed Harris, que no sólo padeció los efectos del frío en el invierno de Bulgaria, sino las consecuencias del calor del desierto.

El director, según Farrell, sirvió de guía para no perder el norte y para ahondar en la "verdad esencial" de cada momento de la historia gracias a su "entusiasmo casi infantil" y su "atractiva curiosidad por todas las cosas humanas, sociales, políticas, románticas y poéticas".

Tras más de treinta años en el negocio del cine y después de asumir un papel tan exigente, Harris es consciente de que su progreso como actor y como ser humano constituye el único motor de su existencia: "Si no pudiera seguir aprendiendo sobre la actuación y sobre la vida, lo dejaría".

Ahora bien, al actor de los ojos más transparentes del cine no se le sonrojan las mejillas al reconocer que a veces ha trabajado simplemente por mantenerse activo o porque sus hijas "tienen que ir a la universidad".

EFE

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